Nelson Rolihlahla Mandela (Mvezo, Sudáfrica 1918-2013), en adelante, Madiba, como era tuteado por su pueblo.
Si a los ex presidente norteamericanos les levantan bibliotecas al dejar el cargo, algo decisivo de nuestro planeta debería llamarse Mandela porque, como él, nace un ser humano cada mil años. Vino a la vida en una época complicada, en la que el papel de los periódicos era recubierto con fotos de Hitler, Musolini y Stalin. Los dictadores, la esclavitud, el racismo, la xenofobia, los genocidios, las guerras y las plagas, principalmente el hambre, no dejaron en paz al siglo XX. Madiba pasó toda una vida en la cárcel por sus ideas de que los hombres y las mujeres somos iguales, y no debe haber distinción alguna por su raza y color. Dejo otra vida para ver como Sudáfrica, icono desgraciado del mundo para el Apartheid, abolía que los blancos tuvieran sus propios comedores y fueran por sistema en las traseras de los autobuses. Madiba llegó a ser presidente, el primer presidente negro del país que tanto y tan duro le había castigado, y legisló por una libertad e igualdad totales, aunque la economía, pese a los cambios, siga siempre en manos de los mismos.
Hombres como Mandela dan sentido a este mundo tan loco y tan injusto. Personas como Madiba suponen la esperanza hecha realidad para Sudáfrica, y la de otros países que aún están a la espera de quitarse las cadenas de la tiranía y la falta de derechos, especialmente para mujeres y niños. No hay continente que se libre de alguna mala pesadilla, porque siempre nacerán también iluminados que pretenden someter al pueblo a sus ideas racistas, condiciones de vida, mientras se enriquecen a manos llenas. El respeto a Madiba es ejemplar, y es decir mucho en los malos tiempos que corren donde la corrupción, la crisis, el paro, las necesidades, y la falta de ilusiones están presentes en todo lo que hacemos. La gran herencia de Mandela fue nacer y ser como fue. La gran esperanza de los que nos quedamos aquí es que otros releven a Madiba en su lucha por la libertad, la igualdad, y contra todo tipo de racismo, que hoy son – más que el color de un rostro- la falta de acceso a la educación, a los alimentos, al agua o las medicinas, entre otros muchos que se podrían citar. Puede irse en paz Madiba porque, en lo que a él le tocó trabajar para cambiar las cosas, lo hizo realmente bien, y por ello su nombre irá ya siempre unido a lo que tiene de excepcional el planeta tierra.