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Está la cosa como para no bautizar 2025 de año con incógnita

A punto de acabar un año, abundan más los augurios positivos que valoraciones reales hacia el nuevo periodo de tiempo por vivir. Desde la entrada en este siglo, se nos ha vendido la innovación, especialmente las tecnologías, como el gran maná que tiraría de todo lo demás. Y no ha sido así. Al contrario, se han incrementado sensiblemente las diferencias económicas y sociales. Hemos regresado a los conflictos bélicos, y el hambre se ha presentado en países que antes no la padecían. Una cosa es desear Feliz Año, que lo hago, y otra describir el panorama tal es, malo. En absoluto aprecien pesimismo. Va de reaccionar y superar tanta decadencia.

El tiempo corre que se las pela, y los años pasan volando, o al menos me lo parece a mí. Si pretendo trasladarles bien lo que siento y pienso respecto a los tiempos actuales, y los que están por llegar, tendré que utilizar el comodín que me proporciona Jorge Luis Borges, el universal escritor argentino, cuando dijo lo de que el tiempo es la sustancia de la que estoy hecho. El tiempo es un río que me lleva, pero yo soy el río; es un tigre que me devora, pero yo soy el tigre; es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego. Tal cual. Quizás estoy hecho a la antigua, pero este año, todavía en 2024, aún no he abierto en el escritorio del ordenador un archivo en Word titulado 2025. No lo he hecho, y no lo voy a hacer, por vez primera en el tránsito de un año a otro.

Se supone que hay intención de cambiar, de hacer las cosas mejor, de comportarse de otra manera, en tantos escenarios como nos ofrece la vida. De casa al trabajo, de las relaciones personales a los compromisos con tu comunidad, de defender lo que piensas a ejercer mediante el voto la convivencia, la honestidad, las formas, los valores y, especialmente, vivir como lo has hecho tú,en un claro deseo esencial hacia los que vienen detrás, y que tanto la política, como la economía y la propia sociedad, tan enferma, decadente, y egoísta como está la actual, califica de nuevas generaciones.

Los acontecimientos, los hechos y los personajes, que vienen dejando ya desde hace tiempo un rastro muy peligroso de tufo antidemocrático, no auguran expresiones rotundas, al estilo nos va a ir bien, vamos a mejorar en todos los aspectos, el entendimiento va a primar por encima de otras cuestiones… No, nada de eso, y decir lo contrario es mentir y manipular, algo que lleva camino de hacerse crónico, si tan solo nos referimos a unas pocas cuestiones como el Covid, Ucrania, el cambio climático, la digitalización discriminatoria, la distribución del poder dentro de la Unión Europea y, más cercanamente, por desgracia, Valencia. Mentir, mejor dicho, mentirnos, se ha hecho costumbre, pero no olvidemos lo aclarado por Borges, que el río nos lleva, pero que el rio somos nosotros. Dicho de otra manera, pero no menos rotunda, la culpa la tenemos únicamente quienes sistemáticamente nos dejamos engañar.

“Hechos y personajes, que vienen dejando un rastro muy peligroso de tufo antidemocrático, no auguran expresiones al estilo nos va a ir bien”

Si ya hablamos de personajes de la geopolítica, es como para ponerse a temblar. Nombres como Donald Trump, Elon Musk, Vladimir Putin, Xi Jimping, Kim Jong-un o Benjamín Netanyahu. Hay más, pero estos aúnan el poder económico, la dirección de los bloques internacionales más influyentes y, por supuesto, el temor militar al contar con los ejércitos, armas y tecnologías más destructivas. No podemos dejar de citar al círculo de países de la Yihad global. Todo ello con una Europa en desconstrucción y sin rumbo, lo que demuestran en sus políticas algunos de los países principales de la UE como son España, Francia o Alemania.

Tanto como prometía (era igualmente mera propaganda), si por algo destaca este nuevo siglo XXI es por la falta tan alarmante de auténticos líderes, que aporten ideas a los nuevos y preocupantes retos como tiene la humanidad. Que actúen con diplomacia, dialogo y consenso, antes de anteponer la fuerza a las lógicas diferencias, que bien pueden poner encima de la mesa los países pobres de solemnidad (De 195, 123 están etiquetados como subdesarrollados).

Pero sigamos con los retos. Somos muchos los que esperamos un alto el fuego definitivo a las guerras de Ucrania y de Israel y Gaza. Hasta ahora, la respuesta de las principales potencias mundiales, como Estados Unidos, China o Europa, ha sido lamentable. Desde hace ya tiempo, el problema que arrastra nuestra civilización es que ya no actúa con una sola voz y criterios comunes, cuestiones que son de la competencia de Naciones Unidas, pero es que este concepto ya no existe. Ha tornado en Naciones Desunidas.   

Bueno y malo, el siglo XX estuvo plagado de acontecimientos, que al final derivaron en una paz prospera, salvaguardada por un gran desarrollo económico, social y cultural, además de por innovaciones y descubrimientos, entre las cuales haría igualmente una diferencia entre positivas (vacunas, cura de enfermedades) y negativas (un alocado y peligroso armamentismo nuclear). Hoy estamos inmersos en el mundo Internet, las redes sociales, la digitalización, los influencers y la Inteligencia Artificial, otra nueva imposición sin debatir previamente sus consecuencias, principalmente la de una cuantiosa pérdida de empleo, tocando a todas las puertas. Con la IA nos van a dar el año. Pero no deberíamos permitir los graves errores de la digitalización, empezando por discriminar y apartar de los avances a sectores de la población, que van desde los trabajadores mal pagados, a mayores y personas con discapacidad. Si la digitalización mal hecha distancia tantísimo a los nativos digitales de los analfabetos digitales (nos denominan así, sin más), esperemos lo peor de la IA y las mayores diferencias que pueda acarrear entre la población en general.

Sí, 2025 trae todas estas incógnitas y más. Decadencia es ir a menos, y es lo que nos está ocurriendo realmente. Crece de forma alarmante la distancia entre ricos y pobres. Con respecto a la pobreza, ya no hay que mirar muy lejos de casa. Y no hablemos de la vivienda. Si vivir supone hacerlo bajo un techo seguro, lo han convertido (¿quiénes?) en un privilegio inalcanzable para la gran mayoría de la población, aunque afecta especialmente a los jóvenes que buscan emanciparse. Somos lamentables, por tener un mundo tan maravilloso y no cejar en destruirlo en muchas y variadas maneras. ¿El problema? Pues tener enfrente un tigre que me devora, pero yo soy el tigre (Jorge Luis Borges. Buenos Aires, 24 de agosto de 1899-Ginebra, 14 de junio de 1986).

“Somos lamentables por tener un mundo maravilloso y destruirlo. ¿El problema? Tener enfrente un tigre que me devora, pero yo soy el tigre”

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