La riqueza y la pobreza siempre han estado presentes en nuestra historia como civilización. Por eso los hombres y mujeres que luchan contra injusticias y desigualdades alcanzan un lugar en el cuadro de honor de los mejores entre la humanidad. Ha fallecido Pepe Mujica, ex presidente de Uruguay, nombrado y bautizado como el presidente más pobre del mundo. Apoyaba con hechos todo lo que decía, sin mentiras, como tantas que se cuentan ahora. Que hay personas, empresas o trabajadores que necesitan de ayuda, pues hay va una parte de mi sueldo como mandatario. Hacer algo así hoy parecería ciencia ficción. Mujica fue real y, como tal, único.
Los dirigentes mundiales actuales adolecen de ese inspirador vocabulario que desemboca en frases que trascienden para la posteridad, pero, sobre todo, necesitamos escuchar, sentir e imitar los ciudadanos, especialmente pensando en los más jóvenes. Voy con cinco de esos pensamientos que perdurarán: «Ser libre es gastar la mayor cantidad de tiempo de nuestra vida en aquello que nos gusta hacer»; «La economía sucia, el narcotráfico, la estafa, el fraude y la corrupción son plagas contemporáneas cobijadas por ese antivalor, ese que sostiene que somos más felices si nos enriquecemos, sea como sea»; «Arrasamos las selvas verdaderas e implantamos selvas anónimas de cemento»; «Nos tenemos que juntar por el susto, para hacer algo en el mundo que se nos viene«.«La política es la lucha por la felicidad de todos». Estas máximas pertenecen a un mismo hombre, una gran figura, que nos acaba de dejar definitivamente: Pepe Mujica (José Alberto Mujica Cordano. Montevideo, 20 de mayo de 1935-Montevideo, 13 de mayo de 2025).
Fue presidente de Uruguay, y desempeñando ese cargo pronto le bautizaron como el presidente más pobre del mundo, y no precisamente porque fuera infortunado el país que gobernaba. No, no era eso. Era que destacaba increíblemente su manera austera y modesta de vivir. Era que transmitía y llegaba al corazón de otros, mediante gestos impensables ahora, como que el más alto dirigente de un país destine el 90 por ciento de su sueldo (entonces 12.000 dólares mensuales) a causas y organizaciones sociales, pero también a empresas con problemas y futuro incierto de sus trabajadores. Para rebuscar en un pasado personal, en este caso la vida de alguien relevante, ya están escritas las biografías. De Mujica, me influía especialmente su sabia recomendación a que apartarse de lo sensato, de lo moral, de aquellos valores que nos han dado realmente la denominación de humanidad, resulta una tremenda insensatez que pagaremos muy caro. Lo paradójico es que ya estamos metidos en ese oscuro túnel que solo nos lleva al desastre, y solo hay que mirar a Ucrania, Gaza, el abandono sistemático del Cuerno de África, y el empecinamiento, tan egoístamente multiplicado, de que las grandes potencias mundiales (principalmente Estados Unidos, Rusia, China) lo quieren seguir siendo a base de esquilmar, una y otra vez, a los países pobres, pero con recursos naturales, que ahora como novedad se llaman tierras raras.
La pequeña casita con huerta de Mujica a las afueras de Montevideo, pudiendo vivir en el palacio presidencial. El apego a su Volskwagen escarabajo del 87, en vez de sentarse tan cómodamente en la parte trasera de la limusina oficial, su forma de vestir, de pensar, de hablar, de ponerse siempre del lado de lo sencillo, aunque hay ocasiones en que todo ser humano explota. En una de sus cientos de entrevistas, dadas a medios de comunicación de todo el mundo, reconoció que llegó a detestar a la gente que le ofreció comprarle su cochecito de siempre por un millón de dólares. No era fácil que él cayera en ese dicho sin fronteras de que la avaricia rompe el saco. Hoy se ve en cientos de causas judiciales abiertas en todas partes, sobre uso fraudulento de caudales públicos, comportamientos deshonestos, y tráfico de influencias desde el poder, sus cargos, o las grandes multinacionales a las que se vio el plumero, por ejemplo, durante la epidemia por Covid, que las vacunas les iban a salir mucho más caras a los países en sin poder alguno. No se entiende su mala situación económica y extrema pobreza, de las naciones calificadas de pobres hablo, con el petróleo, el gas y especialmente el agua que tienen. Aunque, esperen, que les voy a dar otra explicación parafraseando a Pepe Mujica: “Prometemos una vida de derroche y despilfarro, que en el fondo constituye una cuenta regresiva contra la naturaleza y contra la humanidad como futuro».
“No era fácil que Mujica cayera en ese dicho de que la avaricia rompe el saco. Hoy se ve en cientos de causas judiciales sobre uso de caudales públicos”
Si se ha seguido un tanto la vida de Pepe Mujica y su forma de gobernar y gestionar, ves que destaca su profunda preocupación por lo que transmitimos a los jóvenes. De asumir que sus mayores lo hemos hecho mal, entonces hay que concluir que, peor que ahora, nunca antes habíamos caído en semejante despreocupación y decadencia. El uruguayo genial estuvo en una ocasión en Cantabria, y quiso rodearse de estudiantes, resultando agraciado el Instituto del Alisal. Esto fue en el año 2016, y aconsejó a los chavales que se comprometieran con la vida para llegar a ser felices. Han pasado casi diez años de aquella memorable visita, y el compromiso social está en sus horas más bajas, casi extinguido, aunque pueda resultar exagerado decirlo así.
Desembarcamos así en el plano de la educación. A esos conocimientos que se imparten y sirven de formación personal y profesional, que hay que ofrecer a diario, sobre todo con las buenas formas y la demostración de tolerancia ante situaciones incómodas con las que nos podemos encontrar. Se ha maltratado demasiado la educación, a capricho de los Gobiernos de turno. No estoy hablando solo de España. Es algo que se nota en muchos más países, y en todos ellos se está actuando pésimamente respecto al cimiento del aprendizaje que debería ser intocable. “El puente entre el hoy y el mañana que queremos tiene un nombre y se llama educación”. No hace falta que les insista sobre quién lo dijo. Lo malo es que ahora no se ve ese puente de unidad por ninguna parte. Mira que nos lo han subrayado a lo largo de nuestra belicosa historia. Gandhi: “La mejor educación consiste en obtener lo mejor de uno mismo”. Mandela: “La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo”. Esto último no lo ven así quienes hoy dirigen los destinos de los países más poderosos, inmersos en un loco rearme en el que utilizan desorbitadas cantidades económicas, dinero que se detrae de las verdaderas inversiones a efectuar, como las que tienen un carácter social y asistencial, y en especial invertir en educación. No piensan así Trump, Putin o Úrsula von der Leyen. No creen en algo que retumbó siempre en la sabia y práctica cabeza de Pepe Mujica, que la clave está en la moral. Ya lo creo.
“La educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo”. No piensan así Trump, Putin o Úrsula von der Leyen. No creen”