Cuando el poder real y lo mediático juntan planes, poco o nada hay que hacer. Los 70 años del Desembarco de Normandía se han conmemorado como el hecho bélico y terrible merece, pero hay mucho más en la puesta en escena tan sofisticada de un acontecimiento deleznable como aquel, en este 2014. A las claras, es volver a decirnos que mejor lo que tenemos hoy, que volver a las andadas de un pasado, el siglo XX, que estuvo lleno de calamidades. La crisis tan gorda e insistente, los millones de desempleados en todo el mundo, el drástico cambio de vida, a peor, padecido por los perdederos de esta crisis (los de siempre), no nos pueden llevar a mirar hacia otro lado cuando pasamos cerca de nuestros gobernantes y de las instituciones en las que tienen sus despachos. Todo esto se nos dice sibilinamente, y cuela, créanme. Igual pasa si se cuestionan monarquías, Elecciones Europeas o se vota a candidaturas que recuerdan a aquellos años donde los aliados desembarcaron en Francia para echar a los nazis y castigarlos después por sus atrocidades, aunque esta es otra historia, para otro momento. Como periodista, hay momentos en que siento vergüenza de lo que se hace dentro de nuestra profesión para seguir garantizando determinadas cuestiones. Muchas, no lo dudo, son buenas para todos, pero lo malo es que creo que nunca hacemos lo suficiente para que se erradiquen injusticias y con ello mejorar la vida de miles y miles de personas.
Quizás le esté pidiendo demasiado a los que escriben y publican, a los que con su imagen y su voz llenan las tertulias de televisión y de radio. Algunos de ellos luego se hacen eurodiputados, y no se vuelve a saber más. Desde mi punto de vista, la perdición del mundo está en que viva bien la mitad, y la otra mitad esté abandonada completamente a su suerte. Siempre fue así, en el XIX, XX, aunque no esperábamos que el siglo actual iba a ser malo de solemnidad. Los mismos que ahora frenan ideas, cambios y renovaciones, habían preconizado el mejor periodo de la historia de la humanidad. Pero todo ha ido a peor y la cuesta abajo sigue. Empezando por los jóvenes, siguiendo por los viejos, y en medio unos brazos productivos de entre cuarenta y cincuenta años a los que se deja en la cuneta. Todo lo aprendido para bien desde aquel «Día D» del Desembarco de Normandía, la mayoría lo hemos practicado (derechos y obligaciones). Los poderes son los que están permanentemente inmóviles, por su bien, pero no por el bien general.