Querer, lo que es querer, los españoles queremos un rumbo. A continuación vendría trabajo, dinero en el bolsillo y poder pagar las facturas mensuales con cierto desahogo. Somos un país donde no tenemos donde caernos muertos, o al menos es lo que deja entrever la Troika europea cada vez que da una nueva vuelta de tuerca a España. 6.200.700 parados es una cifra escalofriante como para estar callado y pedir soluciones urgentes a quienes nos gobiernan, sí o sí. El gobierno no está empecinado, es que no puede ir por otro lugar porque la Comisión Europea no le deja. Hasta que la terca de Ángela Merkel no vea las cosas de otra manera, aquí no hay nada que hacer. Justo al lado, en Francia, a François Hollande le está ocurriendo lo mismo, y su línea ideológica no tiene nada que ver con la de Rajoy. En el club de los 27 países europeos manda Alemania, que es quien impone las reglas del juego en cada momento. No tengo que hacer mayor esfuerzo para convencer de que esta Europa de ahora es lamentable, peligrosa, inestable y con gestos antidemocráticos (lo ocurrido en Chipre) que avanzan lenta pero imparablemente. El miedo a perder el trabajo y llevar en el bolsillo la cartera vacía permite muchas fechorias, en otros tiempos imposibles de tomar, a la cabeza de las cuales están los recortes.
Pero la sumisión a los recortes no debe conllevar a la parálisis de todo lo demás, desde la economía hasta cultura, pasando por decidir un conformismo oficial ante el paro, como quien dice: ¡algún día escampará! ¿Y si no deja de llover? Los ciudadanos de aquí y de allá, dentro de este sistema capitalista que hemos inventado, estamos acostumbrados a tomar las riendas en todo: la política, las finanzas, el sistema de vida, destrozar el medio ambiente, o montar una guerra cuando conviene a un bloque de naciones en que está dividido un mundo, y donde Estados Unidos apoya todo lo que haga Israel o Rusia y China lo que haga Corea del Norte. Es un mundo de locos, pero a la vez encuentra su fundamento en el eje comienzo, rumbo y final. De otra manera, no sabemos vivir. Esto es en gran medida lo que nos pasa ahora en España, que estamos esperando a que se nos marque un rumbo y ver el final a la salida de una crisis que parece que quiere quedarse para siempre entre nosotros. Y no, no puede ser. Porque gobernar es hacerlo a las buenas y a las malas. Y hay que tomar decisiones. Hay que cambiar las cosas a mejor. Hay que crear perspectivas. Y hay que bajar la cifra del paro para que no parezca, como decía antes, que nunca llovió que no parará, que sólo es un refrán que no sirve para comer.