Publicado el 23 de septiembre de 2010 en el Diario Montañés
Ser empresario hoy se las trae. Ser empresaria, más, por esa certeza de que por ser mujer encuentra más chinitas en el camino. También lo creo, y eso que la lógica no me proporciona respuestas coherentes a la diferencia que hay entre ser empresario o empresaria a la hora de jugarse su dinero a la sola carta de poner un negocio y hacer que prospere. La economía es machista desde que se ideó como tal. Siempre se pronuncia más el masculino a la hora de hablar de empresa, de producción e incluso de crisis. Aún no he visto en la prensa nacional una entrevista con una reputada empresaria española a la que se pregunte sobre sus recetas para salir de la crisis. Cantabria, sin ir más lejos. Tiene una escuela de empresarias que empieza en mis admiradas Conchita Mantilla o Ana Leal, que son las pioneras de las que tan acertadamente se llaman hoy jóvenes emprendedoras.
A la hora de iniciar un negocio, la mujer confía ante todo en sí misma, y en los más cercanos. No digo que no encuentre todos los apoyos precisos, pero siempre me parecerán pocos porque desde la industrialización y el comercio con las américas, a nuestros días, se ha venido hablando más del patrón, del jefe o del consejero delegado. Hay gremios y sectores productivos donde la mujer manda claramente, pero se habla tanto de economía global, de bancos y de multinacionales, que también se diluye la noción de lo que la mujer empresaria supone en el día a día de producir algo.. Hasta la pregunta de si el empresario nace o se hace no tiene sentido si al mismo tiempo no se pregunta por ellas. La mujer ya no tiene que demostrar nada y menos dentro del mundo empresarial. Otra cosa es ser mujer y tener empresa propia en países donde está mal visto. Mal visto aunque algunos hombres viven como turistas del sudor de estas mujeres. Las empresarias cántabras lo han hecho y lo hacen bien. No es nada nuevo, pero de cuando en cuando hay que recordarlo. Empezaron aquí y algunas ya hacen negocio en China o Rumania. De la raza se habla para determinar una cierta fisonomía, y de los jugadores de la selección de fútbol cuando remontan un 10 a 0. Pero, para raza, la de muchas mujeres empresarias.