Ninguno estamos excluidos de empezar un día, una semana, un año, una vida, con mal pie. Encauzamos nuestro pensamiento esencial en terminar en positivo un día tras otro, que es la mejor manera de ahuyentar fantasmas. ¡Qué carajo!: hacemos bien en ser así. No me lo había propuesto pero acabo de descubrir un camino para hallar la positividad y también la felicidad. Estamos rodeados de desgracias, de ataduras, de malos rollos, y la búsqueda de lo que nos hace sentir bien, más que un derecho, es un deber. Hay que tener en cuenta que ahora estamos bastante dejados de lo que es realmente el sentido común de las cosas.
La ética social debería ser un carné de vida, como el de conducir. De la libertad de expresión y de la pluralidad ideológica y religiosa hemos hecho diferencias a respetar, pero muchas veces no entiendo nada. No entiendo dejar morir a los enfermos (hepatitis). No entiendo hacer sufrir a los niños (hambre). No entiendo falsificar a todas horas la realidad para hacer a la gente más tonta de lo que ya somos. La política es casi siempre la excusa de lo que realmente somos nosotros mismos. Quiero decir que si nuestra apatía nos lleva a no abordar problemas ajenos, precisamente porque son ajenos, no podemos quedarnos sólo con criticar lo que llega a nosotros cotidianamente en forma de noticias. Es fácil criticarlo todo, sin querer darnos cuenta de que los auténticos consentidores somos los ciudadanos.
La deshonra, la falsedad, la corrupción, los ladrones sin castigo, los racistas, los fascistas, los violadores, el sexismo, la desigualdad, el hambre, el abandono, el odio, la guerra, la mentira, la envidia, la esclavitud o cualquier manera de explotación, son características habituales de empezar algo con mal pie. Rasgarse las vestiduras es la página siguiente a la manera tan hipócrita que tenemos de abordar cualquier tipo de intolerancia. Vamos mal y cuesta abajo, porque nada superará jamás al entendimiento. El entendimiento nació un día como facultad humana de comprender, comparar, juzgar las cosas, o inducir y deducir otras de las que ya se conocen. Asumido esto, tan sólo queda hacerlo con buen pie. El resto de la historia, ya es conocida.