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Elogio de la honradez

Ser español conlleva también querer colarse en cualquier cola. Cuando asistimos indignados y broncos a todos los escándalos de corrupción que la Guardia Civil y la Policía Nacional destapan para incremento de su mayor reputación y honradez, no deberíamos olvidar que esta es una sociedad podrida en su conjunto, ya que el favor, la cacicada y saltarse las normas están al orden del día. En la valoración que hago estos días de casos, detenciones, ladrones y penas de cárcel, siempre dedico un poco de mi conversación a ensalzar a las generaciones venideras, para que no cometan los mismos errores que nosotros. Desde hace años, con unos gobiernos y con otros, con unos cargos y con otros, con mayor o menor desarrollo de nuestra economía con la construcción de casas a la cabeza, arrastramos un cáncer que aquí denominamos cultura del pelotazo.

La cultura del pelotazo es choriceo puro y duro. Se ha cargado en todo este tiempo la ética dentro de la política y también de todo tipo de empresas, porque no se salva ni una, gracias al bochorno en que les han puestos sus representantes empresariales y sindicales, con tarjetas opacas y gastos suntuosos, donde cabía todo, desde copas a muebles para casa, pasando por juergas en  puticlubs. Este panorama es el que ven los españolitos que acaban de cumplir dieciocho años y, con ello, ya pueden votar.

¿A quién van a votar? Van a votar honradez, a la justicia social, a lo que consideran unos valores esenciales que los mayores no hemos dejado de repetirles en todo su crecimiento. Por eso, con los resultados de próximas citas electorales, se llevaran las manos a la cabeza sólo aquellos que tengan la conciencia un tanto distorsionada con toda la basura y mierda que aparece día tras otro en los medios de comunicación, fruto todo ello de la corrupción. Ya no vale decir que la corrupción es anecdótica. Ya no vale pedir tan sólo perdón. Ya no es posible pasar página como tantas otras veces se ha hecho hasta llegar al momento cangrenado que vivimos. De la palabra regenerar hay que hacer verdad, la realidad que todos queremos, por el bien general.

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