No somos capaces de reimpulsar los valores que gustan: educación, sociabilidad, honradez, trabajo, esfuerzo, respeto, humanidad, caridad, tolerancia y solidaridad. Me parecen los mas importantes para convivir, pero nadie los alienta. Ni los ministerios de educación, ni las autonomías, ni las instituciones, ni tampoco los colegios, institutos y universidades. De hecho, si llegas a estudios superiores sin tener aprobada la mitad al menos de estas asignaturas sociales que he enumerado, estás ya perdido. Es seguro que te dedicarás a prosperar sin control alguno de ética, moralidad y diferencia entre lo que está bien y mal. Acabo de definir el cáncer de España, pero es que mucho me temo que no aprendemos la lección del pasado que nos ha llevado a estos momentos de arenas movedizas donde muchas personas, más decentes que indecentes, han sido devoradas por las circunstancias. No es cierto que para cambiar las cosas haya que presentarse a unas elecciones. No comprendo como un país donde en lo poco que funciona bien están las onegés, no se erigen al mismo tiempo en difusoras de los valores normales y corrientes por los que deberíamos guiarnos.
Que estemos hablando permanentemente que la honradez, por ejemplo, sea una peculiaridad excepcional, nos sitúa como país y sociedad en el peor panorama de la putrefacción. Ni por asomo nuestra juventud debería estar a la deriva. Desde que naces, es decir desde el propio hogar que es la casa de uno, ha de tomarse la ética como primordial. Me decía el otro día una mujer comprometida con la igualdad que no conoce a su país después de haber estado muchos años viviendo fuera. Piensa que nadie se compromete, que no hay un movimiento social, si exceptuamos estas redes sociales, que defino como maravillosas porque exponemos, compartimos y aportamos. Pero ella lleva razón. Alguna generación tendrá que llegar que cambie las cosas, los modos y las circunstancias. De nada sirve crecer si no es con una nueva manera de hacer y de construir sociedad. Todos los que se van fuera de España para poder
sobrevivir saben muy bien por dónde voy. Aquí se ha quedado el solar, muy vacío por fuera y, especialmente, por dentro.