Si es lunes y seis de enero, es día de Reyes. Cita anual con la ilusión más bonita, porque están implicados los niños que esperan que sus deseos cobren forma de juguetes. La mejor época de la vida es la niñez. Tontainas de nosotros que cuando somos pequeños, queremos hacernos mayores, y cuando peinamos canas los recuerdos se nos van a las correrías de la infancia. Aquellos pueblos (y mira que los hay) que no cuidan del porvenir de sus críos, deberían purgar su miserable existencia y renacer sólo con el fin de procurar la felicidad de los chavales. Cuando la edad es cuesta arriba, casi todo lo que te sucede se basa en la consideración vital de si fuiste feliz tempranamente. Tus padres, hermanos, el resto de la familia, el colegio, los compañeros de pupitre, los profesores que marcan y los que es mejor olvidar. Aquella primera pandilla de amigos, la llegada del amor y un beso, una pelea, el ojo morado y un brazo roto si no es algo más. El día de Reyes forma igualmente parte de todos aquellas vivencias. Creo que alguna noche mágica, algún juguete concreto, se nos queda para siempre en esa memoria temporal que tenemos encima de los ojos.
Cuando se dice que los niños son el futuro y veo lo que se hace con ellos en tantos lugares, se confirma la imperfección de una especie inteligente cuyo imán principal de atracción es el poder del dinero y no la sociabilidad mutua. Da asco oír tanta chorrada tendente a perpetuar la avaricia, el robo sibilino, y la continuidad de la mucha porquería que nos rodea. Asistimos a que los niños empuñen armas y hagan la guerra como la noticia que forma parte del anuario de sucesos conocidos. De la educación que recibas en el primer tramo de tu vida, dependerá mucho ser sensible o impasible antes estos hechos. Los gobernantes llegan al poder con el discurso de mejorar la infancia en todas sus necesidades, pero luego olvidan. Parecen pensar que ya están las celebraciones durante el año –cáncer, sida, esclavitud laboral y sexual, discapacidades, enfermedades raras o normales que necesitan de vacunas comunes- para sentirse bien con sus conciencias y creer que se aportan soluciones desde las alturas. ¡Qué pereza!, sólo de pensar que en este año se repetirán las mismas jornadas internacionales de esto y aquello, que no servirán para nada. La mejor sociedad se construye con el regalo de la igualdad y los derechos de todos, de niños a mayores. Bastaría con hacerlo posible algún día.