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El libro de la vida

Nadie puede negar la mayor: no hay nada más cercano que unos padres, o unos hijos, o unos hermanos, o unos nietos, o unos sobrinos, o unos primos… Tengo que hacer hincapié en ello, porque últimamente vivo con casos a mi alrededor donde amigos que estimo mucho viven pendientes de un hilo, en correspondencia con sus padres, agotados ya por la larga edad o cautivos del  alzheimer. El discurso de la vida tiene una casa para cada caso.

 La gran imperfección de una sociedad que se muestra excesivamente satisfecha (a mi juicio) radica precisamente en que vamos en caída libre en las atenciones hacia quienes realmente importan: las personas. Lo curioso de esta era es que te menosprecian de joven, sin trabajo ni futuro, y ya de mayor, cuando la enfermedad se ha adueñado de los cuerpos tan rodados, van los gobiernos y se ponen a hacer números con el alto coste de una cama donde reposar esa cabeza llena de arrugas que ya se niega a pensar más. ¡Ahí, madre mía!: nunca pensamos en cuando seamos mayores, porque es algo que no hacemos de habitual. Respiramos, nos movemos, comemos y dormimos, pero no, no solemos plantearnos si vamos a llegar a los 70 o superarlos. Nos da miedo pensarlo. Sucede desde la infancia y porque no nos educan explicando las edades del hombre y de la mujer y lo que pasa en cada momento. Nuestra educación es una educación pírrica, llena de complejos y, lo peor,  nos lleva a estos laberintos mentales, que muchas veces desembocan en males mayores, como la depresión. De no saber,  a sentir de lleno el problema cuando llega, todo sucede en un tris y resulta que no tenemos libro de instrucciones de la vida para hacernos mayores de la forma más adecuada.

 Creo que los grandes planes de desarrollo que ahora tiene el mundo hierran por buscar una globalización que a todas luces es asquerosa porque no tiene en cuenta lo esencial, al ser humano. Hay que marcarse metas más pequeñas, como esta educación, bien extendida, donde se nos enseñe a vivir mejor, pero no desde el punto de vista de lograr y tener más cosas, sino para aprender estas dos cuestiones primordiales. Una: vivir intensamente cada momento. Y dos: mañana, puede ser mejor que hoy.

 

 

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