Publicado en el Diario Montañés el 26 de junio de 2011
Lo mejor que tengo de mi currículum es haber leído el pregón de mi colegio cuando cumplió cien años, pero el dato no aparece y me temo que tampoco interesa. En los curriculums profesionales de muchas personas hay excesiva frialdad. Abundan también las medias verdades que se aprecian más en la autovaloración que hacemos de los idiomas extranjeros hablados y escritos. ¿Nivel de su inglés? Casi siempre, la respuesta es media-alta. Cuando en las notas de los niños de primaria ya nos vienen con eso de “progresa adecuadamente”, no puede extrañar nada de lo que se ponga en un currículum y la manera de escribirlo. El francés, o se habla bien o se habla mal, sin medias tintas. Luego, cuando por h o por b, te hacen una prueba hablada en la entrevista de trabajo, resulta que el medio alto es en realidad ni puñetera idea.
No nos reflejamos muchas veces en nuestro currículo como somos realmente. Hemos trasladado a nuestra ficha personal de datos académicos y profesionales el mismo lenguaje falseado que se usa en nuestra sociedad en tantos otros casos. En la carta de un restaurante de alto nivel, para comer dos huevos fritos (si te los dan), el menú lo refleja así: “huevos de gallinas que habitan a pie de montaña criadas en la acaricia del clima”. ¡Oiga, que son dos huevos fritos, no se pase usted de listo! Además, así queda mejor clavarte 20 euros en la factura, sólo por el plato con dos huevos. De vuelta al currículum, se tiende a exagerar que queda mejor que decir mentir. Suavizando los hechos no se va ninguna parte y, al final, te delatas o te pillan. Lo de que el que no se consuela, es porque no quiere, aquí no vale.