Francamente, se lo voy a decir como lo siento, nuestro propio Guggenheim que es el edificio diseñado por Renzo Piano (uno de los grandes arquitectos mundiales) se merece el mejor lugar de la capital de Cantabria, y si ese lugar es el suelo desde el que miramos la bahía, mejor que mejor. La Ópera de Sidney es conocida mundialmente por estar situada frente al mar, en la gran bahía australiana.Pero hay otra gran cuestión: a mí me importan antes las personas y su futuro que el asfalto. Lo que va a suponer este Centro de Arte Botín para Santander no tiene precio. Que desde el año que viene Santander esté repleta de grúas, entre esta grandiosa obra y la del Mundial de Vela Olímpica del 2014, son aplastantes reacciones para combatir crisis y paro. Si nos vamos todos a tomar por el saco, entonces sí que no tendremos debate de ubicación: que si mejor ponerlo aquí o allá, o no construirlo siquiera, que Santander está muy bonita como está. Así perdimos en su día el Guggenheim: «es que era muy caro»; «¿dónde iría?»; «es que a lo mejor no estamos preparados para gestionar un proyecto de tanta envergadura.». Pujó Bilbao, y se lo llevó. Ya sabemos luego lo que ha dado de sí para el País Vasco en general. Aquí y ahora hay que comprometerse, posicionarse, y decir o escribir lo que cada uno piense, con respeto, pero sin olvidar que este tren pasa sólo una vez. Mi opinión es que el Centro de Arte Botín se debe hacer donde ha sido proyectado. Se debe construir con ambición, como el icono mundial de Santander que puede ser. Aquí tenemos la costumbre de hablar mucho, que está
bien, pero más tarde no se qué pasa, porque las cosas no se hacen. O se cree o no se cree en sacar a nuestro pueblo adelante y en remar todos juntos para salir de este marrón en que estamos instalados con una crisis que tiene mil caras y todas feas. El Centro de Arte Botín es un proyecto de primera, un orgullo para Santander y Cantabria de cara al resto de España, de Europa y, creo sinceramente, que también del mundo.