No vale engañarse porque el otoño que viene va a ser más caliente que este achicharrante verano. El calor del momento – lo mejor – ha traído distracción hacia las cifras macroeconómicas y de primas que suben y bajan al antojo del momento; y que el turismo extranjero ha subido mientras el nacional se desploma por la crisis, por la inseguridad o porque el paro y la crisis del comercio no permite dispendio alguno. Mientras los ciudadanos cogemos color por las bondades veraniegas de norte a sur de la península, España está ante su momento crucial de la recuperación de septiembre que inyecte dinero en las arcas de telaraña en que nos
movemos en la actualidad. Pero lo que llegue, ¡ya llegará!, porque desde hacía años no teníamos un mes de verano tranquilo a la vez que caluroso, lo que provocaba antaño la sumergida aún más en la crisis y sus malos royos a año completo.
Antes de agosto todo eran dramas económicos, día tras día, y así volverá a ser (mucho me temo) de septiembre a diciembre de este 2012, pero que nos quiten lo bailado en un solo mes de agosto, salvo por los incendios incrementados y provocados. Tampoco es cuestión de pasar los días de forma similar: apagados, sin gana, con miedos y temores, sin hacer caso a todas las frases nacidas del marketing que piden ilusión, lucha, y trabajar más, el que puede. En agosto, hasta la Merkel y el presidente del Banco Central Europeo descansan, porque el calor paraliza casi todo, incluso la prima de riesgo. Hace cinco años que los españoles estamos bajo la opresión de la crisis, y es la primera vez que se puede decir que estamos teniendo un breve tiempo de calma y sosiego. Por pedir: ¡ojalá que dure! Aunque me temo que con el final de las vacaciones de la dama de hierro alemana, volverán los fríos y temblores cada vez que inicien jornada las bolsas europeas.