Suena como a chiste empezar deseando un feliz año al tiempo que las facturas de los denominados gastos corrientes como son la luz, el gas y el teléfono embisten, y de qué manera, al ciudadano. Dejar de usar la calefacción ha dejado de ser una opción para convertirse en costumbre. Menos mal que los inviernos europeos no son como los que están acumulando tanta nieve en Estados Unidos, de veinte grados bajo cero, aunque el otro día oí decir a un experto en el Cambio Climático que en tres años, no más, se vivirán en esta parte del mundo semejantes ventiscas, acumulación de hielo, y un terrible frío al viejo estilo siberiano. En la crisis se nos ha pedido que miráramos por las cosas, y es lo que estamos haciendo, ni más ni menos. De esta manera es como nos hemos percatado de que los sueldos no dan, y de que las facturas de las multinacionales energéticas y de telecomunicaciones se llevan mucho de ese dinero ganado con más esfuerzo. Si una paga de Navidad no se gasta como antes, es porque no sabes lo que te viene por delante.
La confianza es la seguridad de que una persona o una cuestión concreta va a funcionar como se desea. ¡Madre mía!, todo lo que podríamos meter en este paquete de la confianza, y por qué el recelo (todo lo contrario a la confianza) se ha hecho tan fuerte entre nosotros. Durante años se profundizará en esta crisis y todo lo que ha puesto patas arriba en la vida de las personas. La cuesta de enero era una definición que estaba bien para los años ochenta o noventa. Pero con la entrada de euro, la llegada de esta depresión y sus consecuencias, esta cuesta se ha convertido en todo un espigón inexpugnable a la hora de que muchas familias puedan pagar sus facturas, y que les quede para comer y vestir un poco, ya que el ocio se ha convertido en similar a que te toque la Primitiva. En todo el año, los días parecen pasar más lentamente en el mes con el que arranca, pero no hay casi ninguno en que no recibas un hachazo de la factura correspondiente a lo que definimos vivir con normalidad.