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EL AÑO DE LA ENCRUCIJADA

Publicado en el 20 de septiembre de 2010 en el Diario Montañés

Una vez que la selección de fútbol ha ganado por fin el Mundial, lo pendiente en España a medio plazo es que sus habitantes nos divorciemos de la idea de que lo sabemos todo a cerca de todo. La crisis ha agudizado estos comportamientos, por la ausencia de ideas claras y la falta igualmente en escena de líderes con mente clara y la preparación suficiente para poner fin a tanto descarrilamiento  económico, político y social. En la pirámide del fracaso, está el paro y la falta de expectativas para muchas edades que oscilan de los 30 a los 50, y qué puedo añadir de una juventud que no tiene tiempo aún de lamerse en la herida de no hincarla porque no conoce lo que es tener un primer trabajo. Nunca antes, al menos que yo recuerde, los ciudadanos habíamos ido tan a nuestro aire. Nos hemos hecho reiteradamente la pregunta de en qué o en quien creer y la respuesta es de las que se puede hacer de rogar y esperar sentados. A fin de cuentas, no somos precisamente los que con un trabajo, familia e hipoteca hemos metido al mundo en esta encrucijada que va por semanas (unas mejor que otras), dependiendo que la Bolsa suba o baje, o que a España, los que pueden, nos compren deuda pública que proporcione liquidez al Estado para que el funcionamiento de todo su engranaje siga en movimiento y no se pare. Así y sólo así se pueden entender la duras medidas adoptadas por el Gobierno de bajar el sueldo a los funcionarios, congelar las pensiones y mirar con lupa cada expediente de ayudas que se contemplan en la Ley de Dependencia. Así y sólo así se puede entender que el asfalto para carreteras sea más escaso a partir de ahora en muchos puntos de España, o que la velocidad entendida hoy mediante un tren que lleva nombre de pájaro, se posponga a tales plazos que muchos de los que hoy bien respiramos, estaremos ya criando malvas cuando finalmente llegue el convoy a estación cercana.

Siento que mi generación ha perdido ya demasiados trenes, pero reconozco al mismo tiempo que necesito creer en cada oportunidad que se brinda para aportar una solución de soluciones que den pie a seguir pensando en crear empleo, progreso y bienestar general de cuantos más españoles, mejor. Por las mismas razones, puedo entender que al Gobierno, a fin de cuentas dirigido por personas de carne y hueso, no le queda otra que cerrar algunos de los muchos grifos que tenía abiertos, con el consiguiente ahorro de recursos que son de todos, que pagamos con nuestros impuestos, y que pueden tener mejores finalidades en los malos tiempos que corren para muchos ciudadanos en paro de larga duración. Más de un millón largo de familias lo sufren en propias carnes y pensamientos enloquecedores, sin ingreso de ningún tipo. En los últimos meses, la presión de Europa sobre España ha sido de tal envergadura, que la ansiedad gubernamental da para estar tomando antidepresivos el próximo quinquenio. Por si fuera poco, los que llamamos amigos dentro de una Unión de intereses políticos, económicos y sociales, van cada uno a lo suyo, y la vieja Europa cada día lo es más porque ya aburre que siempre se hable en clave alemana, francesa o inglesa. Con todo, el Gobierno debería haber hecho excepciones a la hora de bajar el sueldo a los funcionarios.

De junio a agosto, me he hecho eco de todo tipo de opiniones y conductas sobre la medida, e incluso me he topado con comportamientos despreciables que harían merecedores a sus protagonistas de conocer el paro que viven millones de españoles, y que no gozan de esta garantía segura de empleo que sí proporciona trabajar como funcionario o laboral fijo dentro de las muchas administraciones existentes. Si escuece que a un trabajador le bajen el sueldo, más duele que la medida no sea igual para todos, por la presión que siempre han venido ejerciendo en este país determinados colectivos profesionales. Al poco del anuncio oficial, ya se conoció la huelga del Metro de Madrid, con un final conocido, pero no así lo suscrito como acuerdo salarial que apenas roza una bajada de un uno por ciento mensual. Luego, llegarían los controladores aéreos, y en medio de todos, los miembros de nuestras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, a quienes creo sinceramente que no habría que haber tocado el salario. La labor de un policía, de un guardia civil o de un militar profesional, no está de por sí suficientemente pagada, y lo hemos puesto de manifiesto en demasiadas ocasiones con motivo de momentos trascendentales donde el trabajo de estos servidores públicos ha puesto de manifiesto que tenemos a grandes profesionales en estos puestos de la seguridad del Estado, que es tanto como decir la seguridad de todos los españoles.

Entiendo sus quejas al respecto, y no las tacho, como a otras, de insolidarias y mezquinas, con paros y protestas que hacen sonrojar a cualquiera con dos dedos de frente por lo que tienen de perjudicar al prójimo. Un país donde se toman medias de emergencia nacional, crea al mismo tiempo bochornosas diferencias. Unos, porque tienen la fuerza de dejar apeados a millones de pasajeros de un vagón o avión, y nunca antes se les ha puesto límite. Otros, porque siempre han sido unos hipócritas con las ideas y el sentir democrático, alejados del país que se sustenta en los pilares que representa cada uno de sus ciudadanos, por igual. De aquí emana la ley, la justicia y la igualdad. Hasta que llega la hora de tener que rascarse el bolsillo, y por cincuenta euros de rebaja en su sueldo mensual, ya sólo creen en el monedero. La gran crisis de este país se llama oportunidades. O no las hay, o escasean como el salmón, y aquí empieza la gran desesperanza para muchas personas que, con toda razón, se sienten discriminadas por falta de trabajo, de una vivienda digna, de acceso a créditos, o porque lo que a unos les quitan, se lo dejan a otros que tienen fuerza y poder. Frente a los derrotistas, no se trata de aquello tan de la Roma antigua de que “suben los tributos, suben los precios, cada día hay más pobres, y los descontentos son ya legión”. Lo cierto es que estamos viviendo un año en la encrucijada, y los sanedrines políticos de todo el mundo deben de saber que el tiempo corre y no tiene porque ser en contra del pueblo.

 

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