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EL ANILLO SENCILLO DEL PESCADOR DE FIELES

La iglesia es más iglesia cuando se muestra cerca de los pobres y desamparados. La llegada del Papa Francisco es vista como una bocanada de aire fresco, porque lo mismo abraza con todas sus ganas a un enfermo que ha perdido toda esperanza, salvo la del milagro, que llama personalmente por teléfono a una compatriota argentina que ha sido víctima de una violación. Tanto en el siglo XX como en el actual, cuando más ha sido golpeada y denostada la iglesia, es cuando se ha situado cerca del poder y de los poderosos, y, por supuesto, con sus decisiones. Tiempos en que era fácil propagar la palabra de Dios con la existencia de una Madre Teresa, recogiendo de las pestilentes calles de Calcuta a niños abandonados, a hambrientos en esqueleto casi total, y a moribundos cuyo único sueño final era poder morir en una cama. Juan Pablo II, el Papa viajero, se acercó a la juventud como nadie, y tiene en su haber logros importantes incluida su gran aportación en la caída del Muro de Berlín. Pero le quedó pendiente unir a las dos iglesias, a la oficial, por decirlo de alguna manera, y a la crítica, que pretende una iglesia más pobre y con los pobres. Esta es al menos mi manera de entender esta historia.

 Pero en todo este panorama llega el Papa Francisco, y dice adiós al boato, a las cruces de oro y al anillo del pescador hecho en el mismo metal que cambia por plata bañada. Y llega con cambios en la Curia Vaticana, regida con mano de hierro por los que en todas partes del mundo se apoltronan en el poder, y terminan por hacerse caciques, quizás sin haberlo pretendido. Se desplaza en coches sencillos y deja muestras de lo que puede ser este Pontífice para un mundo tan injusto, en su reciente viaje a Brasil, a la reunión de los jóvenes cristianos de todos los continentes. La foto de la playa de Copacabana hasta los topes, para escuchar a Francisco, es inaudita para los tiempos que corren donde ni políticos, ni siquiera equipos de fútbol congregan ya a masas ingentes. Francisco está dejando incrédulos incluso a los que no creen, y algunos ateos ya lo están poniendo de manifiesto. El mundo necesita cercanías, no crisis, ni guerras, ni más de lo mismo que tan hartos nos tiene a todos. Con sólo uno distinto, entre tanto inepto e ineficaz, que parezca que hace las cosas de manera diferente, es posible recobrar ilusiones perdidas. Quizás sea pronto para apostar a ganador por Francisco, o quizás no. Lo que no se puede negar es que es él mismo, normal y sencillo, tres cualidades a destacar en los malos tiempos que corren. El mal siempre acecha, pero eso lo sabe de sobra un Papa que no parece tener miedo, y al que sí se lo tienen los avariciosos, los instigadores, los corruptos y, en definitiva, a los judas que hay a diestro y siniestro.

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