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¡Ébola va, ébola viene!

¿Que el ébola haya llegado a Estados Unidos, España o Alemania, nos hace pensar en lo que sucede con los miles de enfermos, por lo mismo, que agonizan en África? No. ¿Entonces? Entonces no hacemos nada con tanta noticia en televisión de ¡ébola va, ébola viene!, sobre cómo se trata este virus sin cura, incluso con tanto alarmismo, disparates verbales y fotos sobre la indumentaria más hermética que tienen que ponerse los sanitarios para tratar los casos de contagio.

El ébola es un virus que da fiebre, dolores musculares, vómitos, diarreas, hemorragias y destrucción de los tejidos internos. Avanza muy rápido en paralelo a un agotamiento total y la deshidratación. El final de este túnel es la muerte.

Cualquier sanitario destacado en Sierra Leona, el país más golpeado del mundo por ébola, alucina en colores cuando escucha los recursos que se disponen en los hospitales de Occidente, y los comparan con lo que cuentan ellos, casi nada, para intentar frenar esta pandemia masiva que se está propagando sin control en esta parte olvidada del globo. En España aseguramos sobre el único caso que tenemos, por ahora, que el ébola de la enferma es de todos. Habría tanto que decir al respecto, que voy a manifestarme sólo en el sentido de que somos por naturaleza muy exagerados. Porque lo que sucede realmente a continuación de conocerse un caso es el miedo, e inclusive se puede hablar de pánico si la información es escasa, imprecisa y no alienta tranquilidad. De inicio, esto último es lo que ha ocurrido en España y ahora es cuando podemos empezar a hablar de normalidad.

Una normalidad que está cogida con pinzas porque somos la puerta de Europa con África. Si no se  ayuda, de verdad, a los países que concentran más casos de ébola, volver al temor es cuestión de tiempo. Es una autentica canallada hablar de desarrollo y avances, cuando la desidia y el olvido campan a sus anchas en cientos de camastros que esperan una mala muerte. Así esperan un  final injusto miles de enfermos que no importan a casi nadie. En estos días vividos de temor, hemos mirado hacia Madrid, hacia su Hospital Carlos III, hacia Alcorcón donde vive el único caso de ébola. Pero no hemos mirado hacia ese mundo tan lejano que nos parece el centro de África. Luego nos extrañamos de que quieran escapar del hambre y las enfermedades. Estamos muy equivocados, nosotros y nuestros gobernantes, porque lo que sí somos ahora es un poco más africanos al padecer sus mismas míseras enfermedades. ¿Servirá para ayudarles? No. ¿Entonces?

 

 

 

 

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