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DISFRAZARSE PARA EL VERANO

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Publicado el 31 de julio de 2011 en el Diario Montañés

Para acceder y visitar el Congreso de los Diputados con el debido decoro, los responsables de la Institución han aprobado unos criterios básicos de vestimenta que interpreto como antídoto necesario contra horteras, frikis y guiris. ¡Mecachis!, nada se recoge en el texto sobre llevar calcetines blancos con sandalias e incluso el mismo color en los pies, pero con traje y corbata. Acertadamente, para sentarse en el mismo escaño que los padres de la patria hay que hacerlo con buena apariencia. ¡Caballeros!: ¿dónde se va con pantalón corto y camisa con tirantes a lo Rocky, como la que saca en su película Sylvester Stallone? ¡Señoras!: cuidado con las faldas que no son precisamente apropiadas para sentarte y con las camisetas que están bien para un concurso de mojarlas pero no para acudir a determinados lugares que, precisamente por su tradición e historia, son del pueblo, y el pueblo somos todos y todas. Las ciudades y sus pobladores tienen hartazgo de ver por la calle lo que se ve.

 En Barcelona rige ya una prohibición de no andar por sus avenidas sin camiseta, por mucho calor que haga, que es lo que anteponen los maleducados que dicen que esto les priva de su libertad. El hecho del verano y el calor no es óbice para tener que ver cómo va mucha gente y con qué pintas entran a comer a un restaurante o se plantan en la barra de un bar para tomar el vermú.

El norte de España siempre ha tenido para esto más clase. De la playa se entra y se sale en condiciones, porque como el reglamento del Congreso de los Diputados, el resto no tenemos por qué trastornarnos tras ver determinadas escenas de vestimentas inapropiadas. ¡Es que en pantalones cortos y camiseta de tirantes va todo el mundo!, se esgrime. Eso es lo peor, pensar que se va bien a una terraza pública hecho una piltrafa. Cada parte del día tiene su momento para vestirse de una u otra manera. Me lo ha dicho muchas veces el experto Carlos Monje, al que acudo cuando tengo cualquier duda sobre el vestir y la ocasión. Él ha leído en varias ocasiones la ‘Guía Debrett de la etiqueta’ (una Biblia en la materia), pero tampoco aconseja atragantarse de mucha lectura sobre moda. Apuesta más bien por el saber estar y vestirse como cada momento requiere. Los españoles solemos pensar que preguntar es de tontos y por eso tiramos para adelante, aunque nos equivoquemos. Pasa mucho con la etiqueta personal. Ni que decir que aciertan los que, ante la duda, preguntan, se fijan, leen o se meten en Google, que lo cuenta todo sobre todo.

Cosa aparte son los actos sociales, donde abundan los de carácter familiar. Al que acude a una boda en camisa de manga corta, desabrochada hasta el ombligo y pantalones cortados sobrepasada la rótula de la pierna, no habría ni que cogerle el sobre con el aguinaldo para los novios. Fíjense: si los novios cuidan tanto lo que es el día más especial en sus vidas y van impecables, ¿qué no tendrán que hacer los invitados por respeto hacia sus anfitriones? Se empieza por esto y te creces: puedes terminar por ir en bermudas de baño a una entrevista de trabajo, porque la cita se produce a mediados de agosto. El mal gusto se propaga y el verano es punto álgido para disfrazarse. El texto aprobado por el Congreso habría que publicarlo como bando en todas las ciudades españolas: «La experiencia acumulada en los últimos tiempos en relación con la vestimenta adecuada para acceder a las dependencias del Congreso de los Diputados aconseja la aprobación de unos criterios, mínimos pero claros, que permitan compatibilizar la propia imagen que cada ciudadano quiera tener con el respeto a la dignidad y decoro de la Cámara, tal y como sucede en múltiples Instituciones públicas y privadas». ¡Lo que se habrá visto en el lugar para terminar por redactar esta circular! El civismo o, mejor, la falta de civismo es el gran cáncer de nuestra sociedad. En la base de los valores están el civismo y la urbanidad, que no se enseña en los colegios como es debido. Nadie ha dicho que hacer convivencia sea fácil, pero algunos(as) se empeñan en destrozar el gusto a base de mostrar más los músculos que las telas.

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