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Cuba de mi corazón

No sé cómo explicarlo, pero el caso es que Cuba y todo lo que pasa en esta isla siempre nos ha atraído especialmente a los españoles. Me atrevo incluso a decir que la llevamos en la mente y en el corazón (“¡un día iré a Cuba!”, solemos exclamar). Pasa lo mismo con el despacho oficial de Fidel y ahora su hermano Raúl. Delante de estos dos mandatarios de la revolución se han sentado dignatarios de un color político y de otro, así que algo tendrán los hermanos Castro para haber llegado hasta este momento de la historia en que Cuba y Estados Unidos están fumando la pipa de la paz. El año que viene huele a un viaje de Obama a La Habama y otro de Raúl Castro para que pise la Casa Blanca. Puede ser la segunda gran foto de la historia contemporánea del mundo, tras la caída del Muro de Berlín, el 9 de noviembre de 1989.

La primera consecuencia del último apretón de manos de los presidentes de ambas naciones puede ser el levantamiento del bloqueo económico norteamericano a la República de Cuba. Estados Unidos es conocido mundialmente como una de las cunas de la democracia, pero Cuba no. Los fundamentos del país de Lincoln son el capitalismo y la propiedad privada, pero en Cuba no. Y aunque cada vez es más difícil emigrar para ver de cerca la Estatua de la Libertad en la gran bahía neoyorkina, Cuba cierra a sus ciudadanos toda posibilidad de movimiento exterior para ir y venir a su antojo. Una economía saneada cura muchas cuestiones, y la inyección de dinero, ayudas e infraestructuras norteamericana a la gran isla situada frente a Miami puede inducir a otros rápidos cambios que son necesarios para los cubanos y cómo entiendan la nuevas libertades que tocan a su puerta.

España lleva apoyando cambios visibles en Cuba en los últimos veinte o veinticinco años, y ahora queda fuera de juego, igual que la Unión Europea, en la nueva amistad americana-cubana. Es injusto pero en el ajedrez de la política internacional se juega así. Quien más puede es quien termina llevándose el gato al agua, en este caso los Estados Unidos metiendo bajo el paraguas de su economía a los cubanos. Ya veremos qué planes tendrán las grandes multinacionales americanas hacia el resto de América del Sur, una vez que haya sellado la paz definitiva con la revolución cubana. Por lo pronto, en nada, van a ser muchos más los turistas norteamericanos que los españoles, y el dólar se convertirá ya en moneda generalizada en una isla que tiene mucho que ganar a la sombra de los yanquis y el spanglish. Nosotros seguiremos cantando eso de “Cuando salí de Cuba, dejé mi vida, dejé mi amor…”

 

 

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