Search
Close this search box.

CUANDO HAY TRAGEDIAS

Publicado el 24 de Agosto de 2010 en el Diario Montañés

Cuando hay alguna tragedia en España, los días posteriores al suceso se llenan de preguntas y lamentaciones, muchas de las cuales se quedarán en el tiempo sin respuesta, pero no erradicará, al menos pronto, la causa del accidente, hasta la siguiente vez. La catástrofe de Castelldefels ha sido el último terrible siniestro, y han muerto arrollados por un tren trece personas y catorce heridos, algunos de ellos en extrema gravedad. La fatalidad hizo que un nutrido grupo de personas que querían celebrar la Noche de San Juan cruzaran la vía de la estación ferroviaria, en el mismo instante en que circulaba un tren “Alaris” a 139 kilómetros por hora. Se quemaron en la propia hoguera de la fatalidad que muchas veces se alía cuando las celebraciones de todo tipo arrastran a las multitudes. Como siempre sucede en nuestro país, accidente es igual a polémica y a buscar culpables, aunque no los haya a priori. Se abren debates, a veces absurdos, en la mayoría de las ocasiones estériles, en vez de arrimar el hombre y aplicar soluciones rápidas a las deficiencias circulatorias o de otro tipo que puedan darse en los lugares de los accidentes. Así, no es difícil que la falta de un semáforo que provocó la muerte de un niño, pase un año, y el lugar fatídico siga como estaba. Después de los accidentes y tragedias se producen demasiadas palabras y demasiadas promesas. El contribuyente no las pide, las palabras, al menos en la cantidad en que se propagan, y cree más en los pasos de cebra, en la vigilancia policial, en controles, en mejores señales y más luminosas que sirvan como el semáforo de árbitro fiable entre coche y peatón.

Hace demasiados años que estamos a vueltas en este país nuestro con lo de los puntos negros por tierra, mar y aire.Parece claro que en Castedelfells los ciudadanos fallecidos cometieron la imprudencia de cruzar por donde lo hicieron. Pero no es menos cierto que si, a base de fiestas y fiestas de San Juan, sabes ya lo que te vas a encontrar, la vigilancia debiera de haber sido más estrecha y haber entrado a trabajar antes para controlar de antemano a los viajeros. Somos así y tendemos a complicarnos la vida haciendo nuestro camino por zonas que son peligrosas. Este hecho inherente al ser humano no justifica por si sólo que siempre hay que tomar medidas, prevenir, y aumentar la vigilancia donde se requiere. La Estación de Casteldefells, junto a la playa, y en noche de hogueras de San Juan, era para haberlo pensado dos veces. Se toman medidas de más vigilancia para el regreso de los juerguistas pero no para su llegada a los lugares de fiestas. ¿Cómo se come esto? Nada de que debió estudiarse con mejor cabeza resta culpa a que las vías no se cruzan y mucho menos en una estación de la circulación y por lo tanto el peligro que acarrea una como de la Casteldefells. Al día siguiente, la policía detuvo a una joven mentecata que hizo lo mismo que los fallecidos y heridos, y encima no quiso identificarse cuando la policía se lo pidió. Para casos como éste, hay previstas multas en España, y no estaría de más empezar a dar ejemplo y que los ciudadanos tomemos de lo que hay que hacer y no hacer después de pagar la multa correspondiente. Otra muy típica de este lado de Europa es que la haces, encima te extraña que te multen, te quejas, y no pararas hasta que en la medida de tus posibilidades evites finalmente la sanción. Dicho lo cual, las diferentes administraciones tienen la obligación de proceder a una continua conservación y mejora de todas las infraestructuras, y la crisis tampoco tiene que ser un impedimento ni mucho menos para que vías y carreteras, y lo que conllevan, tengan a diario el mejor de los aspectos. Casteldefells había tenido muchas mejoras, y con todo se han creado dudas sobre la escasa señalización para usuarios. Los pasajeros pagan un billete y cuanto más información visual reciban, mejor que mejor. Lo que hagan después con su integridad física los usuarios del tren, queda a su mejor entrever.

En la mayoría de los países, y no digamos los más afectados por tragedias naturales, gastan más esfuerzos en preguntarse cómo es posible que sucediera semejante calamidad, que en prevenirlas de antemano. Rercordamos tsunamis, terremotos e inundaciones donde el debate giró en torno cómo se podría haber evitado. Tras la tempestad, y una vez que llega la calma, la presión local afloja y el levantar barreras seguras para la siguiente mala ocasión se olvidan. De manera permanente, los ciudadanos somos los primeros en poner el grito en el cielo, incluso en denunciar públicamente, que se tomen medidas en un determinado lugar, antes de que haya que lamentar algún herido o fallecido. A veces es el presupuesto de la obras, otras la competencia de quien tiene que hacerla, y otras sencillamente el olvido, hasta que de forma brusca y rompedora aparece la fatalidad. Si es cierto que prevenir es curar, lo de Casteldefells debiera ser un punto y final para la pérdida de vidas relacionadas con las infraestructuras de un país tan moderno como el nuestro. Las tesis oficiales no coinciden con las de los familiares, y eso tampoco es bueno en un país de lamentaciones donde todos tenemos razón. Hubiera sido mejor no generar ningún tipo de duda, aunque las investigaciones no van a faltar como mejor garantía para todas las partes implicadas. O eso es al menos lo que se dice tras un accidente, aunque luego el transcurrir del tiempo acostumbre a crear tanto desasosiego en los familiares de las víctimas.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *