La mitad de las carreteras españolas está para el arreglo total por baches, grietas o falta de asfaltado. El Gobierno parchea tan lamentable situación colocando carteles en las vías, para que se conduzca con precaución por donde no existe la debida seguridad vial, esa seguridad que tanto nos exige la Dirección General de Tráfico en sus agresivos anuncios. Pero un spot de televisión no arregla lo que sufren a diario los transportistas por esos inseguros caminos. No esperemos obras, que por otra parte hoy costarían más de 14.000 millones de euros. Antes que la protección de ocupantes de vehículos, está la OTAN y el rearme.
El mal estado de las carreteras españolas es un clamor entre los conductores que habitan de norte a sur y de este a oeste del país. Cuando hablamos de vías de circulación en mal estado, hay que poner la mirada lo mismo en autopistas que autovías, carreteras nacionales, autonómicas o locales. Al respecto, la Asociación Española de Carreteras (AEC) acaba de publicar un estudio demoledor. Empecemos con estos datos más que preocupantes. De más a menos, primeramente, voy a escribir que en España hemos vuelto a la situación de las carreteras que teníamos en 1985. Expresándolo con el término de lamentable es quedarse muy corto. Es del todo inaceptable que algo semejante no tenga ningún tipo de consecuencia, desde la mayor exigencia de la Unión Europea, ya que aquí no la hay, a dirimir responsabilidades mediante ceses o dimisiones.
Resulta inaudito que se esté hablando de destinar a rearme un 5 por ciento del Producto Interior Bruto de un país, el nuestro, y que la situación de las infraestructuras esté en un estado tan caótico, como sucede hoy. Estamos hablando de carreteras, pero lo mismo sucede con los trenes y sus averías constantes, los aeropuertos, o las redes de agua y energía, con un reciente apagón total en todo el país, del que aún no se ha dado explicación coherente, ni el Gobierno, ni Red Eléctrica ni las grandes compañías del ramo. Todo es echar balones fuera. Son diversas las valoraciones sobre pérdidas estimadas por el apagón, pero, en todo caso, hay unanimidad en que superan los 1.000 millones.
Hablando de dinero, según el estudio de la AEC, harían falta 13.400 millones de euros para mejorar las carreteras, además del tiempo que llevaría acometer multitud de obras por toda la geografía nacional. No acaba aquí la cosa. Desde 2022 se ha pasado de 13.000 kilómetros deteriorados a 34.000. A nada que te desplazas de una provincia a otra, incluso dentro de la tuya, se aprecia todo este desperfecto que ahora denuncia la Asociación Española de Carreteras. Tiene narices que un Gobierno central dé explicaciones a ello con la instalación de carteles en los que pone que circules con precaución, ya que la vía por la que conduces no es segura. Esto solo ocurre en países bananeros, pero no debiera ser así en un miembro nato de la Unión Europea.
“La Asociación Española de Carreteras acaba de publicar un estudio demoledor: hemos vuelto a la situación de carreteras que teníamos en 1985”
Imagino que el Foro Económico Mundial tenga que actualizar también sus estudios de clasificación de los países europeos con mejores y peores carreteras. En el último informe, nosotros aparecemos en sexta posición, tras Suiza, Países Bajos, Francia, Austria y Portugal. Sí, Portugal, nuestro vecino de al lado, cuida de sus vías de circulación como es menester. Y respecto al sexto puesto español, lo dicho, que el Foro revise el dato, porque la sensación que tenemos los usuarios respecto al estado de las carreteras nacionales no puede ser más negativo.
Pagamos unos altos impuestos en general, y mantener un vehículo no es precisamente un buen plan. Desde la Dirección General de Tráfico se habla de seguridad, pero que un 52% de la red de carreteras de España presente deterioros de gravedad, echa por la borda las buenas intenciones de prudencia al volante. Es especialmente en estas fechas de desplazamientos por vacaciones donde se notan más los baches y falta de un adecuado mantenimiento. Esta pésima apariencia de nuestras vías genera mayor gasto en combustible, y una reducción de la velocidad, al no saber con lo que te puedes encontrar por el camino.
Los trabajadores de la carretera, principalmente los transportistas, bien poco se quejan debido a esta situación. Las infraestructuras con un deterioro «muy grave» se han multiplicado casi por tres en los últimos años, que es el periodo donde más se nota la dejadez total del Gobierno hacia este problema, que crece y crece. Solo para la Red del Estado se necesitan con urgencia 4.721 millones de euros, y 8.770 para la autonómica.
Este injustificado e imprudente abandono resulta que va a más. Vengo manteniendo, y se verá por lo que ya está sucediendo en Reino Unido, Alemania y Francia, que lo que vamos a destinar en rearme supondrá recortes en todo lo demás, y se notará sobre manera en sanidad, educación, infraestructuras y prestaciones sociales.
El lamentable estado de la mitad de nuestras vías principales de comunicación pone de manifiesto que España es un país que no reconoce sus carencias. Nos vendemos muy bien, pero los hechos no avalan tanto entusiasmo en avances, algo que no se aprecia en nuestras carreteras, red ferroviaria y trenes, aeropuertos, o saber ayudar adecuadamente a una región como Valencia, cuando sufre una trágica DANA. Escuece escucharlo, pero es la verdad.
Volviendo a lo que sufren los bajos y amortiguadores de nuestros coches, tener un vehículo, pagarlo y mantenerlo, consumir carísimos combustibles, así como altos impuestos, obliga a las administraciones a ofrecer un adecuado servicio, además de la ya comentada seguridad vial. Dicha seguridad se exige a los usuarios, pero el desconcierto llega cuando quienes deben propiciarla te dejan tirado. Y es que todo apunta a que las carreteras se están dejando en el abandono para un día no lejano decirnos que, si las queremos bien asfaltadas, lo tiene que sufragar el contribuyente, con un nuevo y concreto impuesto. Antes de las elecciones, cuando toquen, no se aprobará algo así. Pero dejen que pase la cita electoral, para comprobar que lo que digo terminará por hacerse triste realidad.
“España no reconoce sus carencias. Se aprecia en carreteras, trenes, aeropuertos, o saber ayudar a una región cuando sufre una trágica DANA”