La añeja idea de acabar el día, llegar a tu casa, y descansar sin sobresaltos, está cambiando ante el uso turístico que se da a muchos pisos de comunidades de vecinos, en pie de guerra ante el estrés que genera el trasiego constante de personas, los ruidos, las fiestas y el incumplimiento de los horarios nocturnos en los que debe prevalecer la necesidad de dormir. El problema avanza en la medida en que las Administraciones retrasan tomar decisiones. Además del alquiler de viviendas, en la lista también están terrazas, jardines y piscinas. Camino de valer todo, puede llegarse al descontrol total, de no imponerse el orden y la sensatez.
El desconcierto y desorden que vive esta sociedad nuestra respecto a nuevos problemas que nos creamos, como el de los okupas o los pisos turísticos ilegales, requiere sacar tarjeta roja a los culpables de tolerarlo, ya que los poderes competentes no dan sensación de prisa alguna por dar soluciones a actos tan irracionales. Por si no fuera bastante afrenta, en ocasiones los hechos parecen demostrar que, de la interpretación de las leyes, pudiera derivarse una mayor inclinación por el invasor que por el invadido, en el caso de los okupas. O que no se aprecie una inspección continuada por parte de las autoridades y las policías correspondientes de todo lo que se alquila ahora como espacios turísticos, una auténtica locura que luego ampliaré.
Creo que van ya tres veranos seguidos en los que se protesta por el mismo asunto, con la salvedad de que el hastío ha llevado a este 2024 a ser el año en que se alzan cada vez más voces, fuertes y unidas, en contra del turismo invasivo. Yo me encuentro entre ellas.
Ciertamente, de lo que más se habla es de los pisos turísticos, declarados como tales o que funcionan de manera ilegal, sin pagar impuestos. Esto último quiero recalcarlo mucho, por eso de que el estado de bienestar se basa en la solidaridad de todos. Se trata de la vivienda que su propietario puede alquilar a turistas o viajeros por un periodo corto de tiempo. En España son las comunidades autónomas y sus respectivos ayuntamientos quienes llevan la voz cantante a la hora de aprobar, suprimir, cambiar o regular este alquiler. Siendo las dos capitales más importantes, hay que valorar que Madrid o Barcelona han dicho ¡basta!
“El hastío ha llevado a este 2024 a ser el año en que se alzan cada vez más voces en contra del turismo invasivo. Yo me encuentro entre ellas”
Junto a las peticiones de poner orden, son tantos los intereses y el ingente dinero que se mueve en torno a este negocio, que es más la intención que la aprobación definitiva de nuevos reglamentos que, sobre todo, ofrezcan tranquilidad a las comunidades de vecinos, que habitan en sus pisos de toda la vida, y que ahora ven alterada la convivencia con el trasiego de semejante multitud de inquilinos temporales. Esta nueva forma de viajar y de ocio choca frontalmente con la forma de convivir tranquilamente dentro de lo que es un vecindario, que no debería verse alterada, y mucho menos de forma invasiva y estresante. El término vecindad cada vez se aprecia más acorralado, pese a su trascendental relevancia, equiparable con ciudadanía o comunidad de personas.
Ya me he encontrado con comentarios contrarios a alguno de mis artículos sobre los pisos turísticos y la turismofobia. Solo hice que adelantarme a los acontecimientos, porque todo hacía indicar que la avaricia, defecto que forma parte de los orígenes de la propia humanidad, iba a ir en aumento desmedido en todo lo concerniente a sacar tajada del turismo nacional. Hoy ya no solo se alquilan pisos por un tiempo concreto. El abanico se amplía a todo tipo de espacios, desde terrazas, jardines, piscinas, autocaravanas, y la lista, ya lo verán, no se quedará aquí. Hace unos días se daba en Cantabria la noticia del alquiler, a 71 euros la noche, de una tienda de campaña levantada en el jardín de una casa particular. A estas alturas de lo que les comento, con toda razón alguien pensará que lo que sucede es que hay muchísima demanda para todo ello. Sí, y este es el problema, que hace casi imparable la expansión del negocio, a no ser que haya reglas, normas y leyes concretas que especifiquen lo que se puede alquilar y lo que no. Y esto es lo que se está necesitando en España, mientras crecen las plataformas dentro de Internet que ofrecen de todo,y siempre encuentran clientela dispuesta a dormir en un viejo pajar abandonado en mitad de la nada, de darse la oferta.
Si no se han dado cuenta aún, a los Gobiernos no les termina saliendo bien el mirar para otro lado en muchas cuestiones que terminan desmadrándose. Las sociedades democráticas se sustentan en conductas y comportamientos que demuestran en sí mismos el respeto social que todos nos debemos tener. Cuando lo que está en cuestión es la propia ciudadanía, la ciudad, el pueblo, el barrio, la calle, la comunidad de propietarios y vecinos, a la que cada vez se estresa con más problemas que no debieran tener, entonces el deterioro es mayor del que atisbamos a ver, porque cada cual está solo a lo suyo y no le importa nada los demás. Hay otra noticia mala de solemnidad que crece en nuestras ciudades. Barrios de toda la vida se van quedando despoblados de sus vecinos de siempre. Seven expulsados por los nuevos negocios del alquiler turístico. Incluso aumentan los casos de personas ancianas que han de afrontar a su edad un desahucio por los mismos motivos. Puede que a muchos les vaya bien con esta nueva forma de hacer dinero, pero yo lo veo un retroceso social, si se dan este tipo de casos, además de la imposibilidad para los jóvenes de comprar o alquilar un piso, casi todos dedicados ya a lo turístico.
Ante la falta de una rápida respuesta de las Administraciones, nacen colectivos ciudadanos que quieren que se tenga en cuenta, de verdad, la sostenibilidad, en muchos de los puntos que sistemáticamente se ven invadidos. Asturias, Andalucía, Cantabria, Canarias, Cataluña o Islas Baleares se mueven en este sentido. Si se trata de hacer un mundo mejor en el que debe primar ante todo el mayor y mejor cuidado del planeta en su conjunto, debemos empezar por la propia casa, en este caso la localidad en que vivimos. Digo más: debe ser un derecho convivir sin el estrés que pueda derivarse de la invasión masiva e incontrolada de turistas.
“Barrios de toda la vida se van quedando despoblados de sus vecinos de siempre. Se ven expulsados por los negocios del alquiler turístico”