Publicado el 2 de febrero de 2010 en el Diario Montanés
Hace más de veinte años que compré mi primer libro de comportamiento que, sobre los modales en la mesa, era muy claro: “la forma de desenvolverse en las comidas evidencia palmariamente quién es persona educada y quién un patán”. He empezado recalcando el tiempo transcurrido porque, entonces, no existía el teléfono móvil (ni el Mp4). Explícale hoy a un chaval (la) que hay un horario lógico para llamar y recibir llamadas y que, mientras se come, no se habla, no se mandan mensajes, no se juega y no se hacen fotos al de al lado con el móvil. Los padres tenemos que pensarlo dos veces antes de poner en manos de un niño el aparatejo en cuestión. Nos autoconsolamos con el hecho de que es mejor tenerles localizados (¡que ingenuos somos!) en todo momento, que no saber dónde andan y con quién. También están las vulgaridades que nos ven hacer a los mayores con el móvil. Por ejemplo, si vas en el autobús, ¿qué le importa al resto del pasaje las compras que has hecho en las rebajas y el color de las prendas?. Quieras o no, te enteras de todo. Tampoco entenderé jamás qué es lo que tiene que hablar un quinceañero a las siete y media de la mañana, cuando sale del portal de casa. ¡Espera a llegar al colegio, y lo hablas allí!. En todo caso, ya que tienen móvil, aconsejo que se encarguen ellos con su paga de recargarlo, para que “sientan” el coste de cada llamada estúpida.
Pasa también que ya no se respetan los horarios de llamadas. A la hora de comer, ¡no hay teléfono que valga!. Y a partir de las once de la noche, el sonido de un móvil ya no asusta como sucedía antes, que parecía que había pasado algo grave y cogías el teléfono fijo con temor. En aquel primer libro, no venía una frase que escribiría muchos años después, aplicada al móvil. “El usuario debe saber qué lugares son los más adecuados para utilizar el móvil, y no hacer nuestra conversación pública”. Desde luego, la mesa donde se come no es lugar. Hoy, al niño que se sienta a comer, además de preguntarle si se ha lavado las manos, hay que requerirle que apague el móvil.