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¡Chucu, chucu, chu!, ahí viene averiado otro tren a Cantabria

Combinar Cantabria con trenes, como que no. Se acumulan los años y con ellos los casos de averías, incumplimientos y esperas a que esta situación revierta, pero lo que hace es empeorar más. Para este verano, y ya es el tercero consecutivo, Renfe anuncia que habrá periodos sin trenes que lleguen con los turistas. No había otros momentos para llevar a cabo estas obras o trabajos de puesta al día de la red ferroviaria. Si ahora el buen funcionamiento del tren está cuestionado en toda España, qué tendríamos que decir entonces los cántabros sobre lo que, históricamente, nos hacen padecer.  

Las estaciones del año, entiéndase primavera, verano, otoño e invierno, todas ellas tienen en común con Cantabria que, estemos en la época que sea, siempre se avería o falla un tren de los que circulan por la región. Como en el día del apagón general en toda España, los ciudadanos, en este caso los cántabros, nos portamos bien, tengo que añadir que tenemos una paciencia ferroviaria semejante a aquella que hizo famoso al santo Job. Quien cito era en la antigüedad uno de los patriarcas de Israel, conocido por su serenidad, aunque lo que se le presentara por delante conllevara grandes pruebas de sufrimiento y penalidad. No diré yo que lo que padecemos desde siempre los cántabros con los trenes de Cercanías y de Lejanías (a Madrid que no es ir a Moscú) sea como para mentar calamidades, pero sí da para un cabreo, hoy silencioso, que nadie sabe en lo que derivará cuando algún día llegue a cumplirse el número 100.0000 de incidencias dentro de nuestros trenes y sus destinos.

Desconozco si hay dato oficial o de investigación periodística sobre la cantidad de percances sufridos en los últimos diez años por los usuarios habituales del servicio ferroviario de Cantabria. Sería como para hacer una exposición fotográfica de los hechos, que sonrojara al Gobierno, a Renfe y Adif. Averías permanentes en las catenarias, interrupción de la circulación de trenes, retrasos cotidianos, atascos, falta de pasos a nivel, transbordos, y autobuses al rescate de los pasajeros, que en muchas ocasiones pueden ser captados por la cámara de algún móvil andando por la vía en dirección a la población más cercana. Todos son casos reales, y cualquier encuesta entre la población certificaría el descontento general que hay en cuanto a poderse mover en tren. Entretanto, he tirado de la canción infantil del “Chucu, chucu, chu” del tren a Cantabria que llega, aunque lo más probable es que no, que por alguna avería no llegue.

Así entraremos en un tercer verano, este de 2025, para el que Renfe anuncia nuevos cortes ferroviarios con la capital cántabra y el resto de la región, que afectarán principalmente al Alvia que nos conecta con Madrid, pero no para ahí la cosa, ya que los trenes de Cercanías se verán afectados igualmente en gran medida. ¿En verano?, ¿en plena temporada turística?, ¿no se podían haber hecho estos deberes antes?, teniendo en cuenta lo trascendental que es para la economía regional la llegada de viajeros principalmente en los meses vacacionales.Si ya es malo que trayecto y trenes no estén a la altura del nuevo siglo, molesta más el poco respeto que se demuestra hacia la comunidad autónoma y sus habitantes. No hace falta que les incida en que, en otras autonomías, ni se les pasaría por la imaginación hacer algo semejante.

“Si ya es malo que trayecto y trenes no estén a la altura, molesta más el poco respeto que se demuestra hacia la comunidad y sus habitantes”

Al tiempo que las averías de los trenes que salen o llegan a Cantabria son noticia habitual en periódicos e informativos, crece de forma desorbitada la desconfianza de los usuarios a la hora de utilizar este tipo de transporte público del que cada vez nos fiamos menos. Una cosa es hacer un viaje de placer, y otra coger el tren para acudir a una cita ineludible, presentarse a un examen, firmar un acuerdo, hacer una venta o entregar un producto que se espera con urgencia. El estado de la Red Ferroviaria Española no da buena imagen en la actualidad, pero es que la situación se ha perpetuado en Cantabria y va a peor. No hace tanto que conocíamos el bochorno de que los nuevos trenes diseñados por Renfe para Cantabria y Asturias no entraban por los túneles existentes, con el consiguiente retraso en años para contar con esos nuevos y modernos vagones. 

Si ya entramos en la llegada del AVE, da para escribir varios tomos.  En el año 2003, el entonces ministro de Fomento del Gobierno central, anunciaba que el tren de alta velocidad llegaría a Cantabria en 2015, “en las mismas condiciones y plazos que el resto de las comunidades autónomas del norte”. Galicia tiene AVE, Asturias tiene AVE, País Vasco lo disfrutará en 2027. Cantabria, sin fecha.  

El último mazazo para que en la región avance de verdad esta moderna infraestructura ferroviaria llegaba este mismo mes de mayo, con la mala noticia de que la Audiencia Nacional paraliza las obras del AVE en Palencia y además obliga a derribar el trabajo ya hecho y dejar el terreno como antes estaba, ante una denuncia interpuesta en su día por una organización ecologista. Los 1,7 kilómetros de Palencia-Palencia Norte han costado casi 30 millones de euros, y el regreso para atrás en estas obras va a suponer un nuevo y considerable retraso en años para Cantabria. Se trate de Lejanías, Cercanías, catenarias, tramos de vía obsoletos o alta velocidad, no tenemos ninguna buena noticia que dar. Por eso resulta tan demencial suspender la llegada de trenes a Cantabria en verano, por las obras de las que se trate, y así ya van tres años seguidos. El día en que lleguen en verdad nuevas locomotoras y vagones, a lo mejor ya no hay usuarios para utilizarlos, ante la aparición de otros modernos sistemas con los que desplazarse por las ciudades o viajar fuera de ellas. A quienes llevamos esperando 30 años mejoras en nuestras infraestructuras, el tiempo de creer se ha agotado.  

“Al tiempo que las averías de los trenes son noticia habitual, crece la desconfianza de los usuarios a la hora de utilizar este transporte público”

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