Publicado el 27 noviembre 2022
El martes, 22 de noviembre de 2022, fue el día que murió Pablo Milanés. Subí a Facebook su foto, con una concisa frase: “Gracias por tanto que nos has dado”. Como en este siglo no ocurre nada bueno, hemos tenido que asumir también la fatal noticia del adiós de un trovador único, quizás el último. En un momento en que se nos va la cabeza por todo, aunque no lo reconocemos y seguimos viviendo de espaldas a los problemas, a mí me sucedía que, escuchando una canción de Milanés, ¡allá penas! De él también aprendí algo: sin compromiso, no se logra nada. Así vamos, tan cuesta abajo.
Siempre te propones escribir mejor, de manera emotiva, cuando se despide de este mundo alguno de sus grandes referentes, como es para mí Pablo Milanés. Hasta ahora, este nuevo siglo tiene muy pocas cosas buenas. Una de las peores es que no hay hacia dónde mirar a la hora de destacar ejemplos personales, nombres concretos, dentro del campo o terreno que se quiera. Los valores, diferenciar perfectamente lo que está bien de lo que está mal, lo honesto, justo, acceder a puestos de responsabilidad por méritos propios, todo ello ha perdido fuerza dentro de una sociedad que se muestra inerte, acomplejada, egoísta, irrespetuosa, que además aguanta lo que le echen, aunque parte importante de ese caudal diario de noticias que nos arrojan sean simplemente mentiras y falsedades.
Hoy falta paz, respeto, amor, educación, solidaridad, compromiso social y conformarnos con lo que tenemos, en especial los poderosos, que están dando un pésimo ejemplo a la hora de abordar los verdaderos y urgentes problemas del planeta, como es su propia autodestrucción, impulsada por quienes lo habitamos y contaminamos a diario. Pues bien, sobre todo lo anterior, podemos encontrar canciones de Pablo Milanés, a lo largo de una extensa carrera musical, donde nunca perdió de vista la revolución, la verdadera, en la que él creía, porque la otra le decepcionó en muchos momentos, siempre por lo mismo dentro de una de las características humanas más deplorables: la avaricia.
Pablo ya no nos cantará más en este siglo maldito. Sí, pésimo. Por un Covid provocado y aún no investigado (no interesa). Tampoco le veremos encima de un escenario repudiando la guerra, como la de Ucrania, que mata a miles de personas en una parte del mundo, sin que importe un carajo a la otra, la que vive cómodamente, mirando para otro lado con el rearme y la militarización general, como hace la mismísima España (¡ver para creer!). Con todo lo que habíamos logrado en el siglo XX, lo principal entendernos dentro de algo tan hermoso llamado concordia, quienes pueden propiciarla, lo han echado todo por la borda, aunque los mayores culpables somos los ciudadanos que, con nuestra pasividad, permitimos que se practique un lenguaje lleno de agresividad dentro de la política, la economía, el periodismo o la cultura, tan desaparecida esta última. No sería necesario añadir más al respecto, pero conviene igualmente ahondar en lo intolerable de que nos hablen, como si nada, de posible “Armagedón” nuclear.
“Con todo lo que habíamos logrado en el siglo XX, lo principal algo llamado concordia, quienes pueden propiciarla, lo han echado todo por la borda”
De las tantas canciones de este trovador universal, que conocemos una inmensa mayoría, en 1976 entonó por vez primera “Para vivir”. Habría que introducirla en el sistema educativo de cualquier país que se respetará a sí mismo, e hiciera igual con los demás, no como Estados Unidos, Rusia o China, y el resto de naciones que les jalean. Porque como lo expresaba Milanés, bien cierto es que “la vida no vale nada cuando otros se están matando, y yo sigo aquí cantando, cual sin no pasara nada”.
Durante la pandemia del Covid, principalmente en los años 2020 y 2021, se oyó hablar mucho de nuestros cambios interiores. El cantante cubano presentó en 1983 la canción “Cuanto gané, cuanto perdí”. El laberinto tan oscuro en que se encuentra la decadente sociedad actual, en todo el mundo, además, tiene mucho que ver con que no valoramos y salvaguardamos lo realmente importante. “Dónde estarán los amigos de ayer, mi carro de jugar, mi calle de correr… Cuánto de niño pedí, cuando de grande logré, qué es lo que me ha hecho feliz…”
Sentirnos afortunados y conformamos con todo lo que sucede hoy es absolutamente hipócrita, aunque es lo que hacemos. Metidos en nuestro cascaron, y mientras me vaya bien a mí, los demás, el resto de las cosas que suceden alrededor, que las solucione otro. Esto es lo peor, que no hay solucionadores. Y cuando emergen, nos encontramos con los Trump, Putin o Musk, el nuevo dueño de Twitter, que está haciendo peligrosos experimentos con la red social más utilizada. Así que me gustaba escuchar a Pablo Milanés, muchísimo, desde bien joven. Creo que poco sé de todo, pero hay cosas que me han calado, como cada una de las canciones de mi cubano preferido. Temas como “El amor de mi vida”, “El breve espacio en que no estás”, “Yolanda”, “De que callada manera” o “Amo esta isla”. Uno se forja de lo que le enseñan y aprende. Me siento orgulloso de haber nacido en la época de figuras tan extraordinarias. Cada cual tiene sus preferencias, no pretendo, por favor, imponer las mías, pero no atentemos a la inteligencia comparando si quiera estar todo el día pegado a un puñetero móvil, jóvenes y mayores, a escuchar tranquilamente una canción como “De qué callada manera”. En silencio, en un hospital de Madrid, a los 79 años, Pablo nos ha dejado. No quisiera terminar simplemente bien este artículo, señalando que alguien así no muere nunca, ya que pasa a ser eterno, como sus canciones. Si algo ha de dolerme, es que dentro de 20 o 25 años, preguntemos a un joven por el trovador, y conteste que no sabe quién fue. Y es que así vamos de mal en este siglo maldito.
“Mientras me vaya bien, las cosas que suceden que las solucione otro. Esto es lo peor, no hay solucionadores. Y nos encontramos con los Trump, Putin o Musk”
Dejar un comentarioPublicado el 20 noviembre 2022
Hay días en que me despierto y no reconozco a mí país. Depende mucho de que pise la calle o me quede en casa viendo televisión, y cómo distorsiona esta la vida, con la riada incesante de anuncios sobre fondos europeos, y lo mucho que se va a hacer con ellos. Saco una conclusión. Hay dos realidades, la que es, y la que nos quieren hacer creer. Por eso no es justo echar la culpa siempre a los mismos, cuando somos nosotros los paralizados. Dentro de este artículo cito el movimiento, a imitar, #QuieroCorredor. Impulsado desde la sociedad civil, quiere, ante tanto incumplimiento, un futuro para las regiones mediterráneas.
Si a los anuncios del Gobierno, le sumamos los otros anuncios que quieren cambiar nuestros hábitos de vida, aunque no nos dicen cómo se mantiene así un hogar, el resultado que nos sale de la suma son los tediosos contenidos que actualmente emiten las televisiones españolas. Lleva mucha razón Jorge Lanata, el gran periodista argentino, cuando pone el acento en que es irrelevante el argumento que des. “Las personas ratifican su pensamiento y creencia. Hay una tendencia a la desaparición del pluralismo”. En efecto, esto es lo único que importa hoy, machacar y machacar con el mensaje que interesa, hasta convencer, sea verdad o mentira.
Además de suscribir el pensamiento de Lanata, me gustaría añadir que mucha culpa de la falta actual de pluralismo la tiene esta desmedida invasión de propaganda, pura y dura, con la que los Gobiernos y sus representantes se muestran encantados. A continuación, está el control de los medios de comunicación, sobre todo en lo referente a las actividades oficiales y consiguiente forma de publicarlas o emitirlas. Hemos tenido recientemente un claro ejemplo con la tragedia humana en la valla de Melilla, y que sea la BBC británica quien cuente lo realmente sucedido. Y finalmente nos topamos con Internet y las redes sociales, que esa es otra, porque entramos directamente en la jungla de la desinformación, la defensa ideológica a ultranza de los tuyos (partidismo), las noticias falsas, el insulto porque sí, y la calumnia que no recibirá castigo alguno.
Con las noticias verdaderas, que además son el resultado de lo que vivimos hoy los ciudadanos, se pretende menos trascendencia. La prensa española se ha hecho un poquito de eco respecto a que los hogares españoles son los que más poder adquisitivo han perdido en la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico). Si la realidad de las empresas, los trabajadores, quienes buscan empleo, y las familias es una, como nos lo pintan no tiene absolutamente nada que ver con lo tozudos hechos de crisis y recesión a la vista.
“Si la realidad de empresas, trabajadores y familias es una, como nos lo pintan no tiene nada que ver con los tozudos hechos de crisis y recesión”
Claro, ves a diario por televisión tantos anuncios sobre ministerios y fondos europeos, que pareciera que las actuaciones para la recuperación económica y social de España va un ritmo imparable, cuando solo son mensajes publicitarios, sin mayor concreción ni resultados. Estas viendo un programa televisivo, y en los interminables parones publicitarios, con los numerosos anuncios que se emiten, al menos la mitad hacen referencia a esto de la Next Generación EU. Es obligatorio para las Administraciones citar de donde provienen las cuantiosas ayudas que la Unión destina a la recuperación tras el Covid de pymes y empresas, aunque abunde más mostrarlo mediante la publicidad que la inyección real de estos recursos, repletos de burocracia, que impide en muchos casos el verdadero carácter que se debe dar a este dinero, según refleja la queja permanente, tampoco difundida, de los pequeños empresarios. Unos negocios que se muestran más preocupados por el precio de la energía. Por lo que supone su uso en muchas actividades como pueden ser las panaderías, con el serio aviso de que bastantes se verán abocadas a apagar de forma definitiva sus hornos y echar el cierre definitivo.
Los fondos europeos, y la gran inversión publicitaria empleada en difundirlos, pareciera que tiene anestesiada a la sociedad española, con la propagación del pensamiento (solo uno, comenta Lanata) de que hoy, mañana y en el futuro, Bruselas es el auténtico paraguas amortiguador de la mala situación por la que pasa España, con una deuda pública que ya llega a los 1,5 billones de euros. Nada más lejos de la realidad, y lo veremos en los próximos años cuando regresen los recortes sociales.
Claramente, nuestro país no es como nos lo pintan. Ni todo es bueno, ni todo es malo. Pero hay retrasos ancestrales, y contarlos hoy supone en primer lugar valentía, aunque también has de tener apoyo de los medios, para que el mensaje a trasladar llegue a la sociedad, y eso vale su dinero. Tenemos el ejemplo en el movimiento #QuieroCorredor, cuyo anuncio también se emite por televisión, gracias al puñado de grandes empresarios que están detrás de que se finalicen las obras de esta gran infraestructura, esencial para el futuro de las comunidades autónomas del arco mediterráneo. Cantabria sabe muy bien lo que es el déficit en carreteras, y no estar bien enlazada con el resto de la Unión Europea.
1.500 empresarios, los más importantes de España, como Juan Roig, de Mercadona, se acaban de reunir en Barcelona para seguir machacando con esta justa reivindicación, que proporciona o resta futuro a nuestro tejido empresarial frente a los demás socios europeos, e igualmente del ámbito internacional. #QuieroCorredor demuestra también que no todo es oro lo que reluce, y que nuestros principales problemas, el de nuestras regiones, siguen aún demasiado parados, ante lo cual se necesitan voces autorizadas que lo pongan de manifiesto. Evidentemente, las denuncias en voz alta no son en absoluto coincidentes con el discurso oficial. En los últimos tiempos se ha multiplicado otro hecho, del que los españoles veníamos teniendo queja, ahora incrementada. Madrid, Cataluña y País Vasco no lo son todo, pero lo parece. Solo hay que ver la distribución de estos fondos europeos, y donde están ubicados los principales proyectos, sean industriales, tecnológicos, de investigación, sanitarios o de mejora de las infraestructuras. Esto tampoco se cuenta en los anuncios de televisión, lo que no quiere decir que no haya otros tantos corredores, como el del Mediterráneo, que no lleven años de demandas no atendidas por los diferentes Gobiernos, con o sin ayudas europeas. De nuevo, solo hay que mirar a Cantabria.
“España no es como la pintan. Tenemos el movimiento #QuieroCorredor, cuyo anuncio sale por televisión. Cantabria sabe lo que es déficit en carreteras”
Dejar un comentarioPublicado el 15 noviembre 2022
La convocatoria de una huelga médica produce muchos titulares derivados de la negociación para su finalización, pero ante todo pone de manifiesto la mala situación que atraviesa el sistema sanitario. Está de una parte la insoportable saturación de pacientes, agravada por la dedicación exclusiva que ha conllevado el Covid. Aunque los médicos y demás trabajadores sanitarios asisten también, incrédulos, a un aumento intolerable de agresiones y malos modos, dentro de sus propios centros de trabajo, y ahora también fuera. La triste prueba: el médico brutalmente golpeado en un Centro de Salud de Santander, al que ahora le destrozan el coche.
No creo yo que hubiera mucha diferencia de opinión, si en una encuesta a pie de calle nos preguntan por los médicos y sus problemas. Creo que sacaríamos en conclusión lo que han hecho en lo peor del Covid, todos los sanitarios. ¡Impagable! Creo que también hablaríamos de la falta de personal, ante semejante concurrencia diaria de pacientes. Pero también creo que finalizaríamos el supuesto sondeo con otra tajante petición: “Pero a mí que me atiendan rapidito, ¡eh!” Los españoles nos hemos habituado al estado del bienestar, dentro del cual la sanidad pública ocupa el primer lugar, aunque nadie suficientemente responsable nos ubica en la verdadera mala situación de nuestros hospitales y centros de salud, donde falta demasiado personal, recursos, y la saturación diaria se ha convertido en una manera insoportable de trabajar.
Cantabria y Madrid han sido las primeras comunidades en ponerse al frente de lo que son justas reivindicaciones, que han llevado a la inevitable huelga de médicos de Atención Primaria. Demasiado tiempo esperando cambios necesarios, abordados en numerosas mesas de negociación, y pareciendo que las partes veían la causa de los problemas, que se han ido aplazando, hasta llegar a la situación actual, insatisfactoria para los sanitarios e insatisfactoria para los pacientes. Del acuerdo solo podrá desprenderse proteger aún más un sistema sanitario muy tocado, ya que se parte de la base de que siempre habrá menos profesionales que pacientes llegan a las consultas. Las listas de espera, la de Cantabria la mayor del país, son la prueba más fehaciente de que la demanda de asistencia está desbordada, sin olvidar lo que suponen dos años terribles de Covid, dedicados nuestros sanitarios casi en exclusiva a contener una pandemia, que sigue entre nosotros. Cuidar pues, entre todos, lo que aún tenemos, es el gran reto por afrontar con cabeza, y hay tres partes a tenerlo muy presente como son Gobiernos y sus correspondientes autoridades sanitarias, los profesionales y los ciudadanos, cada vez más exigentes, y esto último, ya no puede ser.
Otros actores dentro del problema son los egoísmos, la intolerancia, los malos modos, las agresiones y las sentencias judiciales chocantes, que se producen cuando un facultativo es brutalmente golpeado. Por una u otra razón de las que hasta ahora he mencionado, tengo la sensación de que la mayoría de los afectados hemos entendido esta huelga de médicos de Atención Primaria. A fin de cuentas, entre las mayores exigencias está la de tener diariamente menos agenda de citas (un tope de 35), pero con un mayor tiempo para cada consulta. Preguntados los pacientes por la huelga acaecida en Cantabria durante la segunda semana de noviembre de 2022, son ellos precisamente los que mejor han aclarado la situación actual de la sanidad regional. Y lo han hecho usando este lenguaje: “se les aprieta demasiado”, “están saturados”, “deberían pagarles mejor”, “hay un problema de falta de personal”, “y encima les faltan al respeto”. Más claro, agua.
“Del acuerdo podrá desprenderse proteger un sistema sanitario tocado, ya que se parte de que siempre habrá menos profesionales que pacientes”
Si, mejor no se puede resumir. Y son apreciaciones de tanta trascendencia, que en sí mismas avalan la protesta y paralización del sistema, para que funcione como es debido, y los incumplimientos pendientes no se enquisten ni aplacen más. Nuestra sociedad está avanzando de forma deplorable. Algunos de los valores de respeto que siempre tuvimos están gravemente enfermos, y nadie pone remedio, ni el Gobierno, ni el Ministerio de Educación, aunque tampoco las voces intelectuales más autorizadas del país quieren mojarse en la cuestión, ahondando en ella con la suficiente insistencia, para que nuestros representantes políticos pongan orden en asuntos como las agresiones a médicos y demás integrantes del sistema sanitario, el acoso escolar, el laboral, el aumento de la delincuencia juvenil, o las campañas permanentes y violentas dentro de Internet y demás redes sociales. A lo que se ve, parece como si las diferentes Administraciones, a través de los costosos anuncios pagados en las televisiones de turno, se conformaran con trasladarnos esos mensajes vacíos a la vez que cursis que tanto abundan ahora, sobre que nos merecemos vivir mejor, tomarnos todo con más calma, menos trabajo y más descanso, y utilizar la ropa y los muebles ya fabricados, para reutilizarlo todo, porque solo con eso se cura el cambio climático. Que desaparezcan las fábricas y los artesanos no parece importar a nadie. En esas estamos. Pero nuestra sanidad sufre otro problema, de una gravedad extrema, como el que ha vivido y sigue padeciendo el médico apaleado el pasado mes de mayo en el Centro de Salud Los Castros de Santander. Tal y como ha puesto de manifiesto el Sindicato Médico de Cantabria, este joven profesional “ha perdido el 90% de la visión de un ojo y sufre estrés postraumático”. Coincidiendo además con la huelga, y con la puesta en libertad de su agresor (20 años), han destrozado su coche y el de su padre, dentro del propio garaje comunitario donde están aparcados de habitual. ¿Cómo hemos llegado a esto? Una huelga y sus compromisos para zanjarla, no termina con la desmoralización que viven estos hombres y mujeres que, con auténtica vocación de servicio, nos cuidan, curan, atienden y se preocupan de que hagamos las cosas bien respecto a los tratamientos que nos recetan. ¿Así se lo pagamos? Las Administraciones, y no digamos los pacientes, se tienen que poner las pilas, desde ya, para regresar al respeto que siempre se vivió dentro de la asistencia sanitaria. Que no me vengan con que el Covid lo ha cambiado todo, y que también a nivel nacional, desde las instancias gubernamentales, se impulsan cambios de mentalidad en todo, total, para ir a peor. Es inadmisible la tolerancia que parece desprenderse en casos como el del médico brutalmente agredido en su propio ambulatorio. No tenía ya bastante con su ojo destrozado, que ha de sufrir también el episodio, (¿quedará igualmente sin castigo?), de que le destrocen el vehículo. La huelga ha sido un necesario toque de atención. Habrá que ver los comportamientos de todos, a partir de ahora. Pero si hay permisividad oficial en tantas y tantas cuestiones como las que suceden hoy de habitual, me temo que no está lejos una nueva fecha para protestar por las mismas reivindicaciones que hace tiempo se pusieron encima de la misma mesa de negociación, hubiera o no Covid.
“Los valores de respeto están enfermos, y nadie pone remedio en asuntos como las agresiones a médicos y demás integrantes del sistema sanitario”
Dejar un comentarioPublicado el 6 noviembre 2022
Las maneras con las que empieza su andadura el nuevo propietario de Twitter son despreciables. Tanto por el despido masivo de trabajadores, como por el trato vejatorio que les ha dado el magnate Elon Musk. Todo lo que gira ya en torno a la red social más influyente es incógnita, y también una pista de por dónde puede ir, en adelante, el control de la información. La Guerra de Ucrania es un claro ejemplo. Hay dos frentes, el real, en el campo de batalla, y el que libran los medios de comunicación, y las muchas noticias fabricadas que reciben, para posicionar a la opinión pública respecto a la culpabilidad de la crisis y la subida de todos los precios.
Lo repetiré tantas veces haga falta: este siglo es terrible en cuanto a los mal llamados líderes mundiales, en muy variadas facetas, que ni lo son, ni tampoco lo representan a través de sus cuestionables actos y declaraciones. Personajes como Donald Trump, Vladimir Putin, Xi Jinping, Boris Jhonson, Jair Bolsonaro, Elon Musk, han irrumpido en la escena política y económica, para destruir más que construir, para dividir más que unir, y para crear más miseria que prosperidad colectiva. Pese a mi forma de pensar al respecto, adeptos no les faltan, dentro de un Estados Unidos partido en dos, lo mismo que Brasil, recién salido de unas elecciones envenenadas que ha ganado Lula da Silva (¡veremos!), aunque los seguidores de Bolsonaro, como los de Trump, nunca van a reconocer el resultado de las urnas. De Rusia y China, poco más que decir. Porque no son democracias como tal, y a los hechos hay que remitirse en su forma de funcionar, que genera un mundo totalmente inestable, donde todos están enfrentados a todos.
Dentro del momento tan delicado que vive la humanidad, porque se habla del fin de muchas cosas, aparece la enigmática figura del hombre más rico del mundo: Elon Musk. No le debe parecer bastante con lo que ya tiene (Tesla, SpaceX, Neuralink, Boring Company), que en lo que será por mucho tiempo una de las acciones económicas de mayor impacto, adquiere en 44.000 millones de dólares Twitter, hoy en día, la red social más importante e influyente.
Somos muchos quienes nos preguntamos por la mutación que experimenta la sociedad que nos habíamos dado. En lo que se denomina era postcovid, fallan, en general, las formas. Por supuesto, también la educación. Por méritos propios, Musk representa lo peor de esta nueva época, y lo ha hecho tras la compra de la multinacional del logo azul del pajarito Larry. Con un simple correo electrónico, despide a la mitad de su plantilla, exigiendo a la que queda aún contratada un esfuerzo laboral más propio de siglos pasados, lo que en estos días se ha hecho viral con la foto de una trabajadora durmiendo en la propia oficina para no perder su puesto, y trabajar con el sistema tan desproporcionado y exigente que reclama ahora el nuevo dueño.
“Muchos nos preguntamos por la mutación que experimenta la sociedad. Fallan las formas, la educación. Musk representa lo peor de esta época”
Pero, ¿qué hay realmente detrás de la compra de Twitter?, ¿qué conexiones tiene Musk con otros magnates metidos en política? Si la adquisición de la red social empieza de esta manera tan fea, qué no irá sucediendo en días y meses sucesivos, con el gran protagonismo que a Musk le gusta tener en todo momento. La multimillonaria compra se envolvió en su aseveración de salvaguardar el futuro de la civilización, y evitar que en Twitter aumente la polarización y los extremismos. Con el regreso de los tuits de Donald Trump, ¿se salvaguarda a los usuarios del lenguaje y las condutas radicalizadas? Lo veremos muy pronto, en la medida que el ex presidente norteamericano anuncia que se presentará a la reelección, para volver a ser el inquilino de la Casa Blanca. La trascendencia de controlar Twitter está tanto en su potencial, como que el resto de medios de comunicación mundiales, no deja de informar constantemente sobre todo lo que se mueve dentro del icono del pajarito Larry. No se pude pedir más, a la hora de tener un control mediático casi absoluto.
Por otra parte, el público no va a reaccionar de ninguna manera al cambio de propiedad de Twitter, ni al despido de la mitad de su plantilla, ni que se prohíba acceder a los trabajadores a su puesto de trabajo porque se les ha retirado la identificación que les permite teclear en su ordenador. Quienes utilizan las redes, cada vez más, están encantados con lo que cuentan dentro de ellas, con repercusión o sin ella. Y punto. Elon Musk cobrará por muchos de los servicios que se presten, pero incluso el precio no será obstáculo para que la red siga creciendo. También me pregunto, ahora que estoy a tiempo, qué va a pasar con el resto de redes sociales, en especial las más conocidas. La libertad de comunicación y con ello de expresión se han puesto muy caras. Vivimos tiempos de desinformación. De montones de noticias falsas. De la guerra que se libra en el frente de Ucrania, pero también en los medios de comunicación, sobre las informaciones interesadas y manipuladas que se publican a diario. El periodismo no pasa por sus mejores momentos, es evidente. Aunque no quedará otra que resurgir, cuando el cúmulo de despropósitos y mentiras haya alcanzado niveles tan grandes, que no quede ya otra que poner las cosas en su sitio, mediante lo que nunca debieron dejar de hacer los medios serios: la búsqueda de la verdad. En la batalla del mensaje rápido y eficaz, las redes sacan toda la ventaja a los medios de comunicación convencionales. También hay un trasvase peligroso de usuarios que buscan informarse, solo, en las redes. Imposible aspiración si tenemos en cuenta el uso habitual que se da a los tuits, como crítica hacia algo o alguien, para defender ideologías o representantes de ellas, o acudir directamente al insulto y la descalificación, que resulta lo más habitual, sin que a mi juicio exista un interés real de los responsables de las redes en cortar por lo sano con determinados perfiles a los que, de lejos, se les ve la intención dañina y de odio. La revolución en Twitter, dirigidahacia el lado bueno o el oscuro, está a examen desde ya. El comienzo, con el deleznable trato dado a sus trabajadores, a los que se han despedido y a los que se quedan, no habla nada bien de lo que sin duda será un reality show Musk permanente. La falta de seriedad se va imponiendo a los puntos en los comienzos de siglo XXI.
“Acudir directamente al insulto resulta habitual, sin que exista interés de las redes por cortar con perfiles a los que, de lejos, se ve intención dañina”
Dejar un comentarioPublicado el 30 octubre 2022
Una nueva cumbre del clima, y vuelta a las andadas, que en el caso del ser humano es hacer un gigantesco basurero del planeta. La prueba de que los mandatarios actuales no se lo toman en serio es la Guerra de Ucrania. Por eso hay que hacerles cambiar de actitud con respecto a la supervivencia de todos. Arrojar puré de patatas a famosos cuadros puede que no sea la mejor manera de demostrar rechazo al calentamiento global. Pero estos activistas climáticos, como se denominan, son necesarios, para recordarnos que el reloj de la destrucción de nuestro sistema ambiental sigue en marcha. Sin entrar en el cómo, lo que sienten es encomiable.
Es sabido que lo que no aparece en los medios, no existe. En las redes sociales, con muchísimo esfuerzo y, sobre todo, suerte, puedes llegar a hacerte un nombre entre millones de usuarios, lo que conlleva que tengas fama, un mensaje escuchado o la causa que defiendes es digna de interés y apoyo. Pero como no tengas al tiempo la atención de la prensa, la televisión, la radio y los columnistas reputados, es como si no sumaras nada para aquello que estés reivindicando, defendiendo o combatiendo.
Jorge Ramos, el presentador del Noticiero Univión, que hizo frente a Donald Trump en una rueda de prensa en la Casa Blanca, por un comentario racista de los que acostumbraba el expresidente norteamericano, es autor del libro “Sin Miedo”. En una de las presentaciones de su oportuno trabajo, dijo al público presente que su interés reside en los más jóvenes, porque van a construir una sociedad mejor, aunque suponga contradecir a muchos de los actuales políticos que forman parte de la escena electoral. Coincido con este pensamiento.
En las últimas semanas, los activistas climáticos han cobrado un total protagonismo por entrar en diferentes museos y arrojar crema pastelera a la Monna Lisa, plasmar manos en un Picasso, sopa de tomate a Los Girasoles de Van Ghot, puré de patata a un Monet, y un tartazo a una figura de cera del nuevo rey británico. Doy por sentado, que me va a ser difícil explicar que el arte, máxime las famosas obras citadas, no debe ser motivo de agresión o disputa alguna, salvo porque conocidísimos museos de importantes capitales del mundo tengan aún pendiente la devolución de obras que en su día fueron expoliadas a sus legítimos dueños. Lo que hicieron los nazis en este sentido es para no olvidarlo jamás. Al tiempo que digo esto, añado que no hay nada más ilusionante, máximo en estos tiempos tan decadentes, que ver a los jóvenes movilizados frente a las causas que nos incumben a todos, mientras la mayoría estamos tranquilitos en casa, con las zapatillas puestas, sin hacer nada. La guerra, el cambio climático, el asesinato progresivo e imparable al que estamos sometiendo al planeta, el hambre en aumento, el rearme, que va a más, el regreso al temor nuclear, la desmedida ambición de los poderosos y las multinacionales que poseen, y la actitud presente de los gobiernos del mundo que miran para otro lado, se ponen de perfil, o directamente no hacen nada, respecto a todos estos problemas
“No hay nada más ilusionante que jóvenes movilizados frente a causas que nos incumben a todos, mientras la mayoría estamos tranquilitos en casa”
Resumiendo, por una parte, no se puede aprobar lo que se hace con estos cuadros, porque ya está suficientemente enferma nuestra sociedad, como para que se nos prive o ponga en riesgo la cultura y, en este caso, el arte, a través de algunos de los mejores cuadros pintados a lo largo de la historia. Pero, de otro lado, si nos quedamos sin planeta, no habrá museos que visitar. Será el fin de todo. Por eso los activistas climáticos han de existir. Porque sus fines resultan fundamentales para que sigamos disfrutando del ecosistema, al menos como ahora. Naciones Unidas mantiene que tenemos una decena de años, para reducir a la mitad las emisiones de gases de efecto invernadero, y evitar así las graves consecuencias del cambio climático. En este otoño casi inexistente de 2022 estamos viviendo lo que pasa. Con un verano absolutamente prolongado (el octubre de temperaturas más altas, desde 1961).
¿Cómo cortamos tanta destrucción, y la falta de consenso entre las grandes potencias para dejar atrás tan innecesaria contaminación, apostando por la sostenibilidad? Desde luego, no con los anuncios estúpidos que se emiten por televisión, sobre si compramos un producto, se plantarán tantos árboles. O con la reutilización de los muebles o la ropa, lo que está generando nuevas industrias concentradas en los de siempre. Hay una crisis energética estrechamente relacionada con otra económica, y las multinacionales relacionadas con los sectores más contaminantes están dando unos resultados financieros de escándalo. No parece pues que las escasas medidas que toman los gobiernos y las grandes instituciones mundiales en pro de evitar el cambio climático estén reduciendo las agresiones al medio ambiente, más bien lo contrario, ambición sin límites.
No tengo demasiada confianza de que nos tomemos todo lo serio que es este problema, y que ya no sea tarde. Pero, desde luego, si confío en alguien que pare esta locura de arrasar con todo, esos son los jóvenes, su empuje, y su influencia en el conjunto de la sociedad y las decisiones que se tomen, y quiero ser con esta última expresión claro y tajante: ¡ya mismo!
El clima tiene a poderosos enemigos. Desde Donald Trump, el más peligroso a mí juicio, a Vladimir Putin, que mete al mundo en una guerra, con lo que esto añade a la destrucción medioambiental, Xi Jinping, como corresponsable del ruso, y todos los países que están jugando al gato y al ratón con respecto a cambiar el actual sistema por una industria limpia, tal es el caso de Brasil o la India. Muchos de ellos son grandes países extractores de materias primas y no quieren oír hablar de rebajar gases. Visión diferente, y de ahí el buen contrapeso que supone, resulta el fresco pensamiento de activistas del clima. Personas como Greta Thunberg (Suecia), India Logal-Riley (Nueva Zelanda), (Uganda), Luisa Neubauer (Alemanía), Ridhima Pandey (India), Shalvi Sakshi (Fiji), Isra Hirsi (Estados Unidos), Brianna Fruean (Samoa), Marinel Ubaldo (Filipinas), Winnie Asiti (Kenia), Rayaane Cristine Maxim (Brasil) u Oladosu Adenike (Nigeria). Entre las asociaciones de más empuje y acción, nacidas para que se tomen las medidas que precisa el cambio climático, destacan los activistas de Just Stop Oil y Climate Emergency Fund. Bien por todos ellos. Por el compromiso que han adquirido en beneficio de todos los demás.
“El clima tiene poderosos enemigos, como Trump, Putin o Xi Jinping, de ahí el buen contrapeso de lo que piensan los activistas de Just Stop Oil”
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