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APRENDER A DECIR ¡NO!

Aprender a decir no es como ese deseo que muchos queremos hacer realidad en algún momento de nuestra vida, pero que nunca terminamos de concretar. Suele pasar. La convicción y el sentido común entienden que lo más importante en la educación de alguien es que resulte ser una buena persona, y todo el mundo se lo repite al prójimo. Con los años, si la vida te devora o algún cabrón te pega un mordisco en la cabeza, que te afecta más por dentro que por fuera, no sabes cómo actuar. Conocemos entonces de forma brusca lo que es la ansiedad y la depresión. No hablo para nada del ojo por ojo, diente por diente. Planteo que a los niños hay que enseñarles a saber decir ¡no! ¿Alguien que es corrupto, lo ha visto en casa? Posiblemente, no. Entonces lo que falla es una educación con escasos valores y conciencia, e incluso saber hacer crítica cuando corresponde. Que tampoco te enseñan a ser feliz como solía contar en sus bellos relatos Josefina Aldecoa, dice mucho que jóvenes universitarios norteamericanos lleven a los tribunales a su propio país,  por haberles prometido un trabajo tras acabar sus estudios, y luego no cumplirlo. Del “tienes que estudiar para ser alguien en la vida”, hemos pasado a la obligación de hacer carrera, master y hablar tres idiomas, aunque tanto lo primero como lo segundo y lo tercero, hoy es chufla más en España que en los Estados Unidos.NO PARA MI BLOG

 Aquí, la teoría del esfuerzo ha gripado. Tampoco es que fuera te vaya a ir mucho mejor, porque en Estocolmo empiezas a trabajar acarreando cajas como que me llamo Miguel. Hoy, ¿cuándo dices no y a qué, como están las cosas? Este presente, el futuro, son de oro bañado, no de ley. Se ha convertido en un espejismo a los 20 años, a los 30, a los 40, a los 50 y los que siguen. ¡Y no puede ser! En el sí a todo se amparan los cánceres del engaño, la manipulación, la escasez de ideas, falsear los hechos o invadir Siria por el gas sarin, cuando en realidad es por el petróleo. Las grandes personalidades se forjan más en el no que en el sí. El cerdito “Babe” nunca hubiera saltado a la gran pantalla del cine si no fuera “Babe, el cerdito valiente”. Desde pequeños, nos meten el sí en muchas teorías y cuestiones donde  nos dicen que no podemos elegir, que es sí o sí. Y no es una verdad absoluta. 

 La televisión siempre ha sido el arma más poderosa para adoctrinar con el sí. “Quiero lo que tiene fulanito”, y encuentras el programa a tu medida: “Quién vive ahí”. Hay realities para todos los gustos y anhelos. Aunque no vas a llegar a tener semejantes mansiones, con piscina interior climatizada, ni de coña, ¡en la vida! El sí inoculado en nuestros cuerpos da rienda suelta a que la baba caiga de nuestra boca ante todo lo que se nos ha prometido y luego no se cumple. El no tiene las de perder, y los “raritos” que lo saben pronunciar alto y claro, merecerían de más atención a sus palabras. Estamos hechos a la medida, que facilita que hagamos muchas cosas que no nos gustan, que no queremos, o que aguantamos porque son costumbre o norma social.  Pues, mire usted, ¡no!  

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