Apalear a alguien por tener diferentes ideas no tiene comentario alguno. Desgraciadamente para nuestra historia, España sabe muy bien lo que es un país difícilmente reconciliado por culpa de una guerra civil. Da igual la ideología de cualquier político que trabaja y defiende sus postulados desde un puesto público. Lo que le ha pasado al Consejero de Cultura del Gobierno de Murcia hay que cortarlo por lo sano, sin tanta discusión de si
la culpa la tiene uno u otro, o analizar ahoara actitudes pasadas que puedan haber alentado a tres energúmenos a dar la paliza a este joven político murciano. Primero, apresarles. Después, enjuiciarles y, finalmente, la cárcel para que tengan el suficiente tiempo para meditar sobre la democracia, la libertad de ideas, y la manera de defenderlas con las palabras y nunca con los puños.