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AL VOLANTE TOMO UN HELADO

AL VOLANTE TOMO UN HELADO

Publicado en el Diario Montañés. 8 de abril de 2012

En verano, y al volante de un coche, ¿quién no ha saboreado en alguna ocasión un helado de cucurucho? Los españoles somos capaces de conducir y hacer las cosas más insospechadas, algunas curiosas como veremos, aunque al principio de la lista están hablar por teléfono, fumar, hurgarse la nariz, enredar en la guantera, y revolver entre las cosas que tienes depositas en el asiento del acompañante, eso sino te pones a escribir algo que has recordado repentinamente, yendo a cien por hora. Cuando los españolitos pudieron comprarse sus primeros coches, allá por los 60, descubrieron al tiempo que con la mano izquierda  podían rodar su automóvil, y con la derecha tocarle la cacha a su novia. Desde aquel antaño hemos ido a peor. Hoy resulta que es una auténtica preocupación para la Dirección General de Tráfico que conduzcamos con las dos manos puestas al volante, porque muchos de los accidentes que se producen tienen  que ver de alguna u otra manera con las imprudencias que cometemos de continuo porque forman parte de nuestra manera de hacer. Y qué decir del deporte nacional por excelencia: discutir. En el coche parece que se hace como en ningún otro escenario. A este habitáculo con ruedas llevas la discusión acalorada sobre la última pifiada de tu equipo preferido de fútbol, las malas notas de los niños, cómo sube todo menos los sueldos, o sacas toda la mala leche de un mal día de trabajo o el empleo que no encuentras.

Generalmente, se discute con otro; es más raro que al cruzarte con otro conductor les veas hablar o gritar estando sólo en el coche. Los hay asimismo que van con el descapotable y llevan el perrito apoyado en la espalda, ambos con melena al viento. Uno saca dentro del coche lo que muchas veces no se atreve en casa, en el despacho o en la cola del paro. En esta última situación cuesta más pagar la gasolina, que está por las nubes, y arranca también mosqueos grandes cuando te desprendes de cantidades cuantiosas tras llenar un depósito. Hay países – como siempre los nórdicos- que se plantean la conducción sin fumar, hablar por el manos libres, ni tener en el salpicadero pantallas que distraigan, porque algunos se han puesto hasta televisiones y DVDs en minatura donde ver películas mientras circulas por esas carreteras de Dios.

heladoMucho ha cambiado en nuestro país todo lo relacionado con la seguridad en los vehículos, pero insensatos hay en cada esquina y sólo hay que ver a esos otros que van con las ventanillas bajadas y la música a todo gas para que se entere toda la calle de cuál es su banda favorita. Los muy pobres, se van a quedar sordos más pronto que tarde, pero el tachán tachán a todo volumen se ha estacionado también en nuestras ciudades para espanto casi general. Que un coche de por detrás a otro es uno de los accidentes más normales que atienden las aseguradoras. Pasa por el despiste, y el despiste viene de que mientras conducimos hablamos, gritamos, comemos, fumamos y resolvemos asuntos de papeles como si el coche fuera una oficina rodante. El español es inquieto por naturaleza. No sabe conducir, a secas. Tampoco disfrutar de un viaje con atención sólo en lo que se hace y, especialmente, en la carretera, cruces y señales. En el coche hay mucho que disfrutar, incluido el silencio. Cuando llevamos niños, la cosa se pone más fea. Llevarlos en la parte delantera, en una sillita que pretende malamente sujetar un cinturón de seguridad, es otra gran insensatez que se comete. No tengo confianza alguna en que mejoremos en esto. Es más, va a peor cada día.

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