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¿Ah, pero hay paro?

Empiezo a ver un tanto difícil divisar últimamente una portada de periódico que reproduzca la cifra actual de paro, que sigue siendo de vértigo. No sé a qué se debe esta falta repentina de interés por la situación de tantos millones de familias que cuentan entre sus filas con uno, dos, tres o más parados. Tampoco es que me convenzan esas declaraciones positivistas, al estilo brote verde o que se atisba ya la salida del túnel, que se hacen desde determinados sectores económicos, que en cambio no crean un solo puesto de trabajo. La banca encabeza esta lista gris oscura. Ya gana dinero y habla de números negros en vez de rojos, pero lleva más de cinco años sin dar créditos con normalidad y en ello sigue. Lo que veo con estos dos ojitos es que los negocios no paran de cerrar, reventados por tantos años a cuestas de comerse los ahorros y tirar para adelante en falso. Se aprecia también que los curriculums sirven para cubrir cualquier cosa, por muy penosa y mal pagada que esté la ocupación. Me producen vómito estos empleadores que piden tres idiomas para fregar unas escaleras, o que recalan en tener mejor una licenciatura para a continuación repartir propaganda de marcas que están en la primera división de ventas, y a cuyos ejecutivos se les tendría que caer la cara de vergüenza por permitir contratar en míseras condiciones económicas.

De repente, actuamos sin memoria hacia los millones de parados que hay. De hecho, a mayor exclusión social que es quedarse sin trabajo y sin porvenir se añade ahora este olvido. Un 25 por ciento de parados no es tan baladí como para dejarlo por imposible. Esto es lo que parece si me atengo a lo que veo, oigo y leo, con excepciones contadas con ambas manos. ¿Tantos millones de parados requiere abordarlo continuamente? Ya lo creo.  Si los que pueden solucionarlo desde la economía productiva actúan con este silencio y discreción, qué pueden pensar entonces los que ven pasar los meses sin la llegada de una oportunidad de mejorar sus vidas. Seamos serios, y saquemos la cara por el paro y sus consecuencias. Embarcarse en lamentaciones, penas y aludir a que quien trabaja no puede quejarse, no lleva a ningún puerto. El paro sigue siendo la primera gran noticia a tratar, frente a todas las demás.

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