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ADIÓS A LAS ARMAS

El 20 de octubre de 2011 cayó en jueves. En España siguió reinado un tiempo más parecido al verano que al invierno en el que estamos. Hasta que saltó la más gorda, las noticias de esa jornada seguían hablando de mala economía, de nuevas medidas en Europa contra la crisis financiera y de elecciones generales que están a la vuelta de la esquina en España, con la cita del 20-N. A nivel internacional, sin duda, el hecho más importante que se produjo fue la muerte de Gadafi, y las reacciones mundiales, sin olvidar que en Libia hay ya un antes y un después de esta dictadura y de lo que está por llegar dentro de las revoluciones y protestas en el norte de África y en mundo árabe. Frente a todo este panorama informativo de un día más, saltó la gran noticia: “ETA ha decidido el cese definitivo de su actividad armada”. En una bella portada de manos blancas que simbolizan la paz, la portada del Diario Montañés del día 21 no podía ser más clara y contundente: “ETA anuncia el final del terrorismo”, para añadir con más pasión si cabe una frase para la memoria colectiva: “El dolor y la sinrazón de la violencia dejan paso a la esperanza después de medio siglo de asesinatos y extorsiones”.

 Lo primero que se te viene a la cabeza tras semejante anuncio son las 829 víctimas mortales de ETA, recuerdas algunos nombres, demasiado pocos para tan larga lista, y a sus desconocidos familiares, que jamás podrán pasar página a su drama personal. Bien es cierto que muchos amenazados dejarán por fin de tener escolta y de mirar a un lado y otro cada vez que andan por las calles, por si algún encapuchado asesino etarra estaba al acecho para disparar el tiro en la nuca. El comunicado de ETA es cruel y mezquino en sí mismo por ni siquiera recordar a los asesinados y narrar tan sólo el destino de sus verdugos: “La crudeza de la lucha se ha llevado a muchas compañeras y compañeros para siempre. Otros están sufriendo la cárcel o el exilio. Para ellos y ellas nuestro reconocimiento y más sentido homenaje”. Ninguna alusión a las víctimas, ningún sentimiento, por pequeño y breve que fuera. Los dirigentes democráticos, desde el presidente del Gobierno de España a los principales candidatos a las elecciones generales, sí estuvieron a gran altura. Lo primero, las víctimas. Ante todo, mantener su memoria. Por encima de todo, no olvidarlas jamás, se haga lo que se haga en adelante, tras el anuncio de que ETA deja las armas. Por cierto, dejar las armas implica entregarlas; señalar a la policía los escondites del terror donde se encuentran las pistolas, las metralletas y las bombas. Es verdad, este ha sido finalmente un éxito de la democracia, tan desangrada en 829 ocasiones. De la democracia, y de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, con la Policía y la Guardia Civil, que merecen siempre nuestro reconocimiento por su servicio a la seguridad de todos los españoles. A ETA ya no le quedaba otra carta que jugar. Siempre generosa, la democracia ha podido frente a la barbarie, y a partir de ahora albergará en sus instituciones políticas las voces de los hijos de esta ETA que pedirá la independencia desde los escaños, sin matar. No puede haber perdón, borrón y cuenta nueva, para los asesinos juzgados y encarcelados. Sería una ofensa imperdonable para uno de los pilares de la democracia como es la justicia. ETA ha perdido finalmente y España sale fortalecida por haberse mantenido siempre firme en sus reglas de país moderno y comprometido con sus comunidades autónomas y con la Unión Europea. El País Vasco también gana, pero dentro del mismo escenario, y para los vascos se abren también nuevas expectativas desde la tranquilidad de que no te pueden matar por tus ideas, por no pagar el impuesto revolucionario o por ser concejal de una lista diferente a las abertzales.

En lo últimos años, en el resto de España, cuando acudíamos a una manifestación por un muerto más de la sinrazón, siempre lo gritamos: “Vascos sí, ETA no”. Finalmente se ha cumplido el deseo de tantos españoles, aunque el camino que se va a andar a partir de ahora no será precisamente de rosas. ETA pasa a primera línea de la política con sus partidos políticos afines, y con sus votantes seguidores que no son precisamente cuatro, pero tampoco mayoría. Las provocaciones institucionales estarán en el orden del día de su actuación. Independizarse de España será su primera y última razón en todo lo que puedan acometer y votar. Nos conocemos la historia; sabemos cómo va e irá esto. Salvaguardar siempre la memoria y el honor de las víctimas es lo verdaderamente importante. Y los españoles tendremos que seguir confiando en la mejor garantía de derechos y defensa de los mismos que siempre hemos tenido en nuestra Constitución, de la que emana precisamente la garantía de que somos un Estado reglado. España sin terrorismo tiene aún más futuro, igual que cada uno de nosotros. El adiós a las armas de ETA no va a librar a los asesinos de nada, pero sí dará más espacio a la convivencia y a la tranquilidad de muchas personas. Renace una sociedad entendida desde el punto de vista de que cada individuo puede pensar, ser y hacer, sin temor a las pistolas y a perder el derecho más preciado como es el de su propia vida.

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