El reality show de Trump y Musk solo ha hecho que empezar, pero esta especie de Gran Hermano que tiene lugar en el Despacho Oval de la Casa Blanca solo es un comienzo, por todo lo que a diario da de sí. Cada decisión presidencial duele a quienes más lo necesitan, inmigrantes, empresas de otros países que exportan a EE.UU. y no digamos abandonar la Organización Mundial de la Salud. Trump deja de transferir a la OMS 679,6 millones, poniendo en peligro la salud de millones de personas. Pero no se inmuta al anunciar la disparatada cifra de 500.000 millones para la Inteligencia Artificial. Todo este dinero es para los ricos de Silicon Valley.
De Donal Trump y Elon Musk tienen ya sobrado conocimiento. Quizás haya que poner más énfasis en lo que es y supone Silicon Valley, la mano que mece la cuna del nuevo poder político-económico norteamericano. Se trata de un centro tecnológico, situado en California, concretamente en el Valle de Santa Clara. Allí están instaladas las empresas de ese sector más importantes a nivel mundial, aunque les voy a citar las que cortan el bacalao: Microsoft (Bill Gates), Adobe (John Warnok y Charles Geschke), Amazon (Jeff Bezos), Intel (inversores), Meta (Mark Zuckerberg) o Tesla (Elon Musk).
Si tras su juramento como presidente, Trump se centró en una persecución sin cuartel a los inmigrantes, indultó a todos los asaltantes del Capitolio (seguidores suyos) y también zarandeó a España, en su segundo día como máximo mandatario norteamericano anunció una inversión de 500.000 millones de dólares para el avance e implantación de la Inteligencia Artificial (IA). Así, el mensaje electoral a los trabajadores norteamericanos queda absolutamente en el aire, ya que puede que la IA traiga muchas contrapartidas de mayor riqueza para las principales tecnológicas de Silicon Valley, pero no olvidemos que la estimación de los expertos sobre la pérdida de empleos, solo en Estados Unidos y a breve plazo, asciende a la cifra de 60 millones de puestos de trabajo.
Sean automóviles, componentes, armas, el espacio o tecnologías informáticas, la obsesión que muestra Trump y su Gobierno de magnates se llama China. Y su receta de defensa económica y de protección de las empresas norteamericanas, y vuelvo a Silicon Valley, son los aranceles. El “América para los americanos” del republicano se traduce en imponer un arancel general del 10 al 25 por ciento a todas las importaciones que lleguen a EE.UU. En nuestro caso, el palo para España será considerable. Les exportamos por valor de 20.000 millones de dólares anuales. Los productos estrella que mandamos son petróleo refinado, aceite de oliva puro, medicamentos envasados, cerámica, transformadores eléctricos, vacunas, sangre, antisueros, toxinas, cultivos y vino.
“América para los americanos se traduce en imponer arancel a las importaciones. Palo para España. Les exportamos 20.000 millones”
Además de propiciar tensión a todos los niveles, las políticas trumpistas van a ser un auténtico quebradero de cabeza, especialmente para la Unión Europea, organización que nunca le ha gustado. Pero en su punto de mira están también la ONU, UNESCO, OTAN, la OMS (Organización Mundial de la Salud), etcétera. En realidad, no le gusta nada, ya que piensa que todo el gasto corre a cargo de su país, cuando en absoluto es así.
Hablando de salud mundial, y especialmente para países en desarrollo de África y Asia, lo que hace Donald Trump con la OMS es inhumano. Es cierto que es el primer país contribuyente de este organismo de la salud, pero estamos hablando de 679,6 millones de euros, un 32,4% del total de contribuciones directas de los Estados miembros a este necesario organismo internacional, y el 20,4 % de todos sus ingresos provenientes de fundaciones privadas y otros organismos como la ONU. El presidente norteamericano cuestiona 679,6 millones para la salud, pero invierte 500.000 millones en Inteligencia Artificial. ¿Son primero las máquinas que los seres humanos? Además, es una decisión que solo beneficia a China.
El resto de países tendrá que actuar, en especial nosotros, la UE. Lo que niega Washington tendrá que equilibrarlo Bruselas, pero eso nos debilitará como continente agrupado en 27 países. Europa debe presentar ya un líder que pueda hacer frente a Trump. Putin y Xi Jinping lo son, pero representan sus propios intereses. La dejadez del presidente de Estados Unidos hacia la salud va a impedir ayudar a millones de personas en todo el mundo. Igualmente, la salida de toda organización medioambiental liquida los proyectos de alcanzar un mayor equilibrio en el mundo, como por ejemplo la Agenda 2030, que nunca tuvo visos de éxito.
Si las primeras medidas de la nueva Administración norteamericana ponen los pelos de punta, no queramos pensar cuando entre de lleno en los problemas de toda índole, aunque pienso principalmente en las guerras de Ucrania e Israel y Palestina. No veo a Trump como un pacificador, cuando genera tantos incendios, que van desde la ONU a la OMS. ¿Esto es la revolución del sentido común? Sentido común es velar por la salud de la humanidad. Sentido común es proteger los derechos laborales de los trabajadores, que se ven amenazados por la digitalización impuesta sin consenso alguno y, ahora, la Inteligencia Artificial. Sentido común es hablar todos los países sobre el necesario control y orden mundial de la inmigración, y si no que nos lo digan a España con lo que nos está ocurriendo desde Canarias o Ceuta. Un buen amigo siempre me recuerda la frase de que el sentido común es el menos común de los sentidos. Cuando Voltaire ideó la frase, aún no existía un Donal Trump, que se atreve a pronunciarla con el término revolución incluido. Borrar de un plumazo todo aquello que nos ha hecho mejores en cuanto a desarrollo, igualdad y oportunidades, no creo yo que se pueda definir precisamente como una revolución. Se verá bien en Silicon Valley, California, pero no en el Cuerno de África o resto de países que siempre necesitan de apoyo y ayuda urgente.
“Hablando de salud mundial, y especialmente para países en desarrollo de África y Asia, lo que hace Donald Trump con la OMS es inhumano”