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¿A QUÉ SABE EL CIELO?

Hay muchos días en que completamos sus 24 horas sin mirar al cielo. De echar la cabeza para atrás y observar para arriba, seguramente recularíamos de tonterías que hacemos en ocasiones, y que nos hacen infelices.  El cielo es una salida infinita de belleza, de luz y también de oscuridad. Las definiciones de cielo son tan inmensas como que cada uno lo describe a su manera. Abrir la boca y mover la lengua para aspirar algo de cielo es el mejor combustible humano para reconfortar la mente y el cuerpo. Cielo es vida, es amplitud, el brillo, tierra, estrellas e incógnitas de qué habrá más allá, en las regiones llamadas constelaciones. No valoramos lo suficiente lo que cubre nuestras cabezas tanto azul claro. A ver, una pregunta: ¿a qué huele el cielo?

 imagesCAN82R4GHuele a bien, aunque depende mucho de la convivencia que se práctica en tierra firme.  Cuando hacemos las guerras, el cielo se tiñe de rojo y huele a dolor. Cuando se firma una paz, regresa el azul que es color de la esperanza y la transparencia. Cuando hacemos daño al cielo, puede oler a cualquier mierda que fabricamos y que contamina lo mejor que poseemos como esta maravillosa tierra que nos aguanta con pocos quejidos a las coces que debería darnos. No me extraña que muchas religiones hablen de redención en otra vida, coincidiendo en ambos casos en que ese edén es también el cielo.  Una de las expresiones más bellas que hemos creado es esta: ¡estoy como en el cielo! Lo vemos tan de continuo, que no sentimos la obligación relajante de mirarlo unos segundos diarios. Aunque reconocemos que cualquier cosa agradable o felicidad que tengamos en nuestras vidas, sabe a cielo. Y esta es realmente la respuesta a la pregunta acerca de a qué sabe.

 

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