Cuando la necesidad apremia y se acumula durante años, no hay murallas ni monumentos a dictadores que resistan el envite. Egipto clama hoy en la calle con la palabra libertad como estribillo atronador que se repite una y otra vez. Antes fue Túnez y los países del entorno más cercano (otro ejemplo es Jordania), han puesto oídos a lo que se cuece en las calles, y de paso sustituyen caras en sus gobiernos para ver si cuela entre el pueblo que se hacen cambios y se prometen cosas. Lo malo es que cada vez que se renueva uno de estos gobiernos, un general es elevado del poder que ya tenía sobre los tanques, a ese otro escalón de pasar a aprobar cuestiones del ámbito civil dentro de un gabinete de ministros.
Los egipcios ya no quieren ser regidos así. La foto de la última gran manifestación en El Cario pidiendo democracia, libertad y elecciones, es sencillamente impresionante. La llamada al cambio que empezó en Egipto como una ola, ahora es ya un tsunami. No han conocido otra cosa que una misma cara al frente del país, desde siempre. Algunos han nacido, han crecido y ya son mayores teniendo como único presidente omnipresente a Mubarak. Durará lo que quiera Estados Unidos y, especialmente, Israel. Es la alta política, pero la política de la calle quiere mejoras perceptibles. Mejoras que vengan de mano de una democracia real. Con
sus defectos, la democracia genera más igualdad y por supuesto libertades en todos los ámbitos de la vida. Con políticas realmente sociales, la gente puede vivir mejor de lo que lo hace en estos países con tan grandes desigualdades. Y es curioso, con la riqueza en gas, en petróleo y otras materias primas, en muchos de estos países no se aprecia la inversión en mejoras para los ciudadanos, empezando por la sanidad. Es la hora de un nuevo Egipto que está a punto de hacer real ese refrán que dice que no hay mal que cien años dure, ni cuerpo que lo resista.