Por estas fechas, a punto de terminar un año y empezar otro, toca lo de los deseos. Desde hacer ejercicio, comer sano, llevarte mejor con la familia, a hacer viajes soñados. Tenemos derecho a ser así, aunque la actual situación mundial y especialmente la nacional nos avinagren la vida, en vez de facilitar sosiego y resolver las cuestiones que lo propician, por ejemplo, que los jóvenes tengan vivienda. Los gobernantes de esta época, pensando sobre todo en territorio europeo, deben pisar más la calle en 2026, y así comprobar que, por encima del rearme, hay otras cuestiones en las que han de trabajar, y mucho, para hacer realidad los deseos de los ciudadanos.
Con los planes para el mundo de Trump y Putin, de Ursula von der Leyen para Europa, o la penosa situación interna de España, a ver quién es el guapo que practica la elección de deseos, como suele hacerse en Navidad y, especialmente, de cara a un año nuevo. Si me preguntasen por uno en concreto, para que eligiera, creo que optaría por dar marcha atrás, y regresar con ello a tiempos de buenos gobernantes y sus actuaciones para con la paz y el bienestar de todos, por encima de favorecer la gresca. Aprecio, además, un pertinaz empeño en debilitar los sistemas democráticos, para que los Gobiernos se conviertan en representantes únicos del resto de poderes, y tomar decisiones que no les corresponden.
Desde la antigüedad, se nos ha enseñado que solo hay una fuerza motriz: el deseo (Aristóteles). Y que los deseos de nuestra vida forman una cadena, cuyos eslabones son las esperanzas (Séneca). Aunque los deseos deben obedecer a la razón (Cicerón). El caso es que todo ello está roto, sí, quebrado, y nos dedicamos a vivir inmersos en las menores preocupaciones posibles, y prueba de ello es una permisividad social casi total hacia los desmanes que se cometen en el orden internacional, pero también en el seno del país propio, donde muchos comportamientos desde el poder y quienes lo representan resultan intolerables. ¿Y cómo lo pagan? De ninguna manera.
Para todo lo que pasa, el mejor deseo entre los deseos es recomponer la educación más idónea, que aplicar de facto ya hoy, pero sobre todo dirigida hacia futuras generaciones, que tanta apatía demuestran, en parte entendible, porque les hemos fallado en cuestiones fundamentales, tales como estabilidad en el trabajo, ganarse bien la vida tras su preparación, y poder independizarse así de sus padres, para lo que necesitan medios y vivienda que se les niega. Aquí, en esto último de dónde y cómo vivir, va a estar en gran media el gravísimo problema social que se nos viene encima,a más no tardar. Sencillamente, no puede acabar bien que unos vivan con todos los recursos a su favor, y otros muchos, no.
“Para todo lo que pasa, el mejor deseo entre los deseos es recomponer la educación más idónea, sobre todo dirigida hacia futuras generaciones”
Cuando estamos a punto de entrar en un nuevo año de un siglo que prometía tantas mejoras generales, mientras lo ha empeorado todo, no se entiende el gran distanciamiento que hay desde el poder hacia los problemas reales de la calle, y las sencillas ambiciones de la gente: tener trabajo estable, mejorar, gozar de salud y bienestar (buena asistencia sanitaria), todo ello, por supuesto, viviendo en paz. Quiero recalcar esto último de la paz, porque dentro de Europa reapareció la guerra en 2021, tras la invasión de Ucrania por Rusia. Vladimir Putin, el presidente ruso, campa a sus anchas, y buena culpa tiene el gas y petróleo que tiene y los demás necesitan imperiosamente. Él solito ha propiciado que toda la Unión Europea entre un loco rearme, que nos va a costar buena parte del presupuesto anual de la UE, y también el nacional, el de cada país miembro, como es el caso de España. Nuestro Gobierno está en un tira y afloja con Trump, el que impone las reglas, de si dedicamos menos o más porcentaje de nuestros recursos a mejorar y ampliar el arsenal militar, cosa que está cantada que haremos.
Es una auténtica locura todo lo que está sucedido y permitimos. Solo hay que ver con lo que nos ha venido Donald Trump desde que ha logrado, por segunda vez, la presidencia de Estados Unidos. El concepto de paz que tiene este hombre resulta escalofriante. Lo de Ucrania parece no tener fin, la actuación de Israel en Gaza, y la consiguiente frágil paz, entra ya a formar parte de un episodio terrible de este siglo, que recuerda a tan malos pasos dados antes y durante la Segunda Guerra Mundial. ¿Qué será lo siguiente? Como estamos hablando de deseos, me gustaría que no fuera nada. Europa debe volver a sus principios de una convivencia pacífica, y si es que así se ve desde los ámbitos de decisión política, lo cierto es que no están dando los pasos adecuados para parar esta guerra que en 2026 entrará en su quinto año.
Si lo pensamos bien, años atrás, sobre todo antes del Covid, no ha tenido tanta trascendencia que anhelemos los deseos de siempre, aunque luego, ya en febrero de 2026, casi todo se vaya al carajo, sobre todo si pensamos en comer sano y hacer ejercicio. Pero tenemos todo el derecho, y que nadie nos lo hurte, a pedir salud, bienestar, crecimiento personal, relaciones o tener más dinero. La normalidad es lo que debería imperar en el nuevo año que se avecina. Aunque si no tenemos gobernantes que aboguen por ello, mal vamos a ir. Cierro este 2025 en El Diario Cantabria con un total de 63 historias escritas. Cualquier opinión resulta en si misma compromiso mediante la denuncia que se aborda. Es al menos mi forma de plantear el periodismo. Pero ya no valen medias tintas con tanto como está ocurriendo, los infractores, los desmanes dentro del poder, y frenar entre todos una escalada del conflicto a nivel mundial, de lo que no cabe arrepentirse cuando ya sea demasiado tarde. En cada nueva columna en 2026 lo tendré en cuenta. Porque así no podemos seguir, ni aquí, ni fuera de aquí.
“Años atrás, antes del Covid, no ha tenido tanta trascendencia que anhelemos deseos, y tenemos todo el derecho a que nadie nos lo hurte”