El premio Nobel de la Paz 2025 ha creado controversia. No es nada nuevo, aunque en este caso ha sido concedido a la principal opositora que tiene Nicolás Maduro en Venezuela. Ahora María Corina Machado suena más. Trump pedía también el galardón, que terminará por conseguirlo, al tiempo. Todo esto, junto a otras concesiones polémicas anteriores, desprestigian tan insigne distinción. Y es que la decadencia llega a todo. Más adelante explico a quién debe destinarse la medalla de la paz. Difícil tarea ostentarla hoy dentro de un mundo con países divididos, en choque, donde ya no reinan los fundamentos esenciales, con la democracia real a la cabeza.
En los tiempos tan bélicos que discurren, no me gustaría estar en la piel de los cinco miembros del comité de los Nobel, a la hora precisamente de elegir el premio dedicado a la paz. Alfred Nobel, su creador, dejó establecido que tal honor debía destinarse a reconocer a quienes con más ahínco han trabajado en “la eliminación o reducción de armamento, al hermanamiento de los pueblos y contribuir a la paz en el último año”. Por lo tanto, ¿quién es hoy merecedor de recibirlo, Trump, Putin, Netanyahu, Hamás o la venezolana María Corina Machado? Esta última ha sido la elegida.
Entretanto, se acaba de firmar la paz entre Israel y Hamás, y el hecho trasciende más allá como si supusiese la conducta a regir en el mundo a partir de ahora. Pero no es así. La paz es la inexistencia de lucha armada entre países, algo que de entrada genera el buen rollo entre las personas, sin enfrentamientos ni conflictos. Nada de esto se da actualmente, con un mundo que solo piensa en rearmarse hasta los dientes, y una sociedad civil durmiente que lo permite todo, incluso el regreso paulatino al servicio militar que empieza a darse en los países europeos, algo hasta hace poco impensable. Con nuestra civilización, nada queda atrás, siempre se repite la misma historia, y mayormente lo hace en forma de guerras.
En su nuevo mandato, y obsesionado con recibir el Nobel de la Paz, Donald Trump hace todo lo contrario a la valiosa reflexión que Albert Einstein pronunció en su día, y que yo nunca antes había utilizado en alguno de mis artículos. Dice así: La paz no puede mantenerse por la fuerza, solo puede lograrse mediante la comprensión. La firma en Egipto del Plan de Paz para Oriente Próximo deja muchas lagunas e interrogantes, pero al menos ha parado la barbarie cometida con rehenes y miles de muertos. La guerra de Israel en Gaza deja cifras escalofriantes, que nos retratan como realmente somos. 66.148 muertos, de los cuales más de 18.430 son niños. Deja también 168.716 heridos. La Organización Mundial de la Salud, herida de muerte por el acoso y derribo de Trump, estima que, asimismo, 44.000 niños quedan huérfanos.
“La paz es inexistencia de lucha armada entre países. Nada de esto se da con un mundo que solo piensa en rearmarse, y una sociedad durmiente”
El premio Nobel de la Paz 2025 ha recaído en la opositora venezolana María Corina Machado. El jurado ha visto en ella una “incansable labor en la promoción de los derechos democráticos del pueblo de Venezuela y por su lucha para lograr una transición justa y pacífica de la dictadura a la democracia». No dudo de su gran labor, porque lo de Maduro, en el ojo de Trump, es impresentable, aunque no sé si lo que se le atribuye se ajusta realmente a lo que dejó establecido Alfred Nobel, al respecto de tan insigne y trascendente galardón. El caso es que ha creado controversia, ya que unos lo ven bien y otros mal, pero en un mundo tan dividido en los asuntos trascendentes de la humanidad, es decir de todos, e igualmente la crispación que hay en el interior de los países, a lo que España no escapa, no resultan extrañas las críticas a favor y en contra. Dentro de semejante escenario, veo más interesante que aún exista el premio Nobel que, no nos engañemos, se ha politizado como todo lo demás.
Una de las grandes pruebas del deterioro de este Nobel es su concesión a Barack Obama en 2009. Fue el primer presidente norteamericano en completar dos mandatos teniendo tropas de su país en combate activo. Hasta The New York Times se paraba en este pequeño gran detalle al destacar “El inesperado legado de Obama: ocho años de guerra continua”, en Afganistán, Irak, Siria, Libia, Paquistán o Yemen. No nos rasguemos pues las vestiduras con sucesivas nominaciones y concesiones habidas, si le dan el premio Nobel de la Paz a un dirigente que ha ido de guerra en guerra. Este tipo de extraños movimientos encierran intereses e intenciones muy concretas.
Y llegamos así a lo que está haciendo Trump. ¿Lo ganará en 2026? Apuesto a que así será. El poder que está concentrando este magnate no tiene precedentes. Sencillamente, se hace lo que él dice. Tanto en su primer mandato presidencial, como en este segundo, lo suyo es alardear de paz y parar todas las guerras que sean necesarias. La de Ucrania iba a terminarla al día siguiente de jurar nuevamente el cargo. En cambio,no se atisba final al conflicto. Es más, Putin ha doblado sus provocaciones a la Unión Europea, y nada le para a la hora de que sus cazas y drones sobrevuelen el espacio aéreo de cualquier país UE. Mientras, en un total silencio y discreción, Bruselas está inmersa en un rearme sin precedentes, cuyas cifras y costes no trasladan aclaraciones deseables, al igual que ocurre con determinados puntos del plan de paz de Gaza, algunos de los cuales prometen giros inesperados con contratos multimillonarios (¿quiénes se los llevarán?), reconstrucciones, rascacielos, paraísos fiscales y nombramientos políticos diversos. Vemos también que, si presidentes de algunos de los más importantes países avalan el plan de Trump, todos debemos creer en las buenas intenciones de lo suscrito. Aunque no es así. No solo esta resquebrajada la paz, aquí y allá. También hay quiebra de confianza en los gobernantes y en los intereses reales que persiguen. Y entre todas estas cuestiones, añado que cuesta creer en que aún se mantengan las auténticas esencias de los grandes premios que se conceden en el mundo, con el Nobel a la cabeza.
Pero he de ser justo, porque la academia noruega no concede solo el de la paz. Se otorgan otros cinco: Física, Química, Medicina, Literatura y Economía. En este 2025 han sido elegidos científicos, investigadores, inventores y una opositora a Maduro, actual presidente de Venezuela, que habla de una democracia en su país que, sencillamente, no existe. Consuélense, los premios, se trate del que se trate, nunca dejan satisfechos a todos. En todo caso, la academia de los Nobel se debe a un legado establecido, y ha de velar siempre por su exhaustivo cumplimiento. En el supuesto de la paz, contribuir a la misma en el último año. ¿Esto quien lo ha hecho realmente? Nadie.
“En un mundo tan dividido en los asuntos trascendentes, veo interesante que aún exista el premio Nobel que se ha politizado como todo lo demás”