Jefe de Prensa del Ayuntamiento de Santander. Profesor de Comunicación en CESINE
Presentar también es representar. Sin que implique hacer teatro. Miguel del Río Martínez repite hoy función de tarde ante la muchachada de cuarto curso. Y lo hace a petición del público, serenamente encandilado por este hombre, cuyo único secreto consiste en su permanente búsqueda de los secretos de la Comunicación.
Cuando dos recipientes enlazados se llena de líquido al mismo nivel, recordemos a Galileo y su teoría de los vasos comunicantes. Cuando dos de Galdácano hablan por teléfono se enuncia la teoría de los vascos comunicantes… Y cuando Miguel del Río secretea con el aula la situación requiere tomar después unos vasos con este comunicante…
Miguel del Río es un creativo formidable, un señor inexplicablemente maduro para su edad y el pope de lo que a mí me place (me da la real gana) de llamar Factoría Del Río.
Quiso el sabio castellano que de meditar a editar apenas hubiese una “M”. Es la “M”, no lo dudéis, de Miguel Del Río. Que medita y edita con el buen gusto de los grandes.
Recorreremos de su mano, y gracias a un brazo articulado llamado elocuencia, esa distancia a veces sideral, a veces inapreciable, que separa los charcos de las estrellas en el tan explorado como explotado territorio de la Comunicación. Charcos que van a dar a las alcantarillas, ríos de ingenio que desembocan en un mar de confusión…
Un publicista que podría ser vuestro abuelo, Eulalio Ferrer, dedicó uno de sus mejores libros al tránsito interminable que nos está llevando de la lucha de clases a la lucha de frases… La lucha de clases era una propuesta de Marx aburrido, no del bueno, de nuestro Groucho. La lucha de frases es un combate apasionante a cuyo cuadrilátero podemos subir en cualquier momento… Sólo necesitaremos una buena pegada, una cierta capacidad de fajar y encajar y un juego de piernas equiparable al dialéctico que exhibe cotidianamente Miguel del Río.
Este escritor deja mucho poso a su paso. Aprendió tanto protocolo que está obligado a enseñárnoslo. Y diríase que ninguna hoja del árbol de la Comunicación se balancea si no la agita Del Río. Y, por supuesto, ninguna de ellas cae hasta que nuestro comunicador decreta la llegada del otoño.
Miguel tiene su propia web, muchos libros en su haber y un culo muy inquieto. Por eso no se sienta esta tarde. Del Río es uno de los escasos funcionarios que funciona… Y trabaja tan eficazmente que desde junio le han rebajado el sueldo. Recordad que si García Márquez confesó que tuvo que abandonar muy pronto su educación en la escuela, sería porque en ella no le esperaban maestros como Miguel.