Cólera significa enfermedad infecciosa y epidémica y también ira, enojo y enfado. Haití tiene de las dos cosas. La epidemia de cólera haitiana es la confirmación de un fracaso anunciado en la gestión de la ayuda y reconstrucción de este país centroamericano, tras el terrible terremoto que lo debastó no muy allá (enero pasado). Haití no es nada ni reprenta nada dentro del ajedrez de movimientos en el mundo, y está a a la cola de todo, salvo las penurias. El deficiente actuar tiende siempre a explicarse con pésimas justificaciones. Un pequeño país que es debastado por los temblores, con millón y medio de sus habitantes viviendo aún en tiendas de campaña, ahora se ve golpeado por el cólera. Esto va a suponer una riada de críticas a la efectividad para proporcionar ayuda básica a una población, empezando por agua y jabón con la que lavarse las manos, que es el consejo básico contra esta enfermedad cuyo contagio corre como la espuma por todo el país. Y se etá pidiendo nuevamente ayuda internacional, más de tipo sanitario y vacunas… Pero, yo me pregunto: ¿ese tipo de ayudas, no estaban ya en Haití tras el terrible terremoto? Un desproposito, lo de Haití es un desproposito, que no pude silenciarse más porque están en juego miles y miles de vidas.