El pulso de los seres humanos que habitamos este planeta con el entorno natural que nos rodea, no ha dejado nunca de suscitar interés entre todos nosotros. Vayamos a la luna, lo estemos pensando con Marte, construir una ciudad en las profundidades marinas, o rescatar a 33 mineros de las entrañas de una montaña minera, donde han estado 70 días hasta su rescate, con técnicas de la mismísima NASA. Como todo se ha dicho y se seguirá diciendo, no cabe definirlo nada más que como un hito, y una gran proeza donde el rescate y la supervivencia de estos mineros ha sido vista y aplaudida por millones de personas en todo el mundo. La televisión lo acerca todo, y no digamos Internet. No quiero entrar en el futuro de estos hombres, en las responsabilidades de una empresa, en el costo de un rescate multimillonario que me importa menos que una sola vida de las 33. Tampoco me voy a parar en la foto de los de siempre, sacando más pecho que los propios mineros o los familiares tan angustiados, durante tantos días, y felices al final de un camino que tuvo muchos tramos atrás de tragedia.
Me gusta sobre manera el hecho de rescatar unas vidas, como sea. En medio de tanta deslealtad humana hacia todo y hacia todos, este acontecimiento hay que valorarlo grandemente, si supone tan sólo un punto y a parte respecto a lo que la humanidad puede hacer por la propia humanidad, sólo con proponérselo. No creo alterar la verdad si digo que al principio fue una pequeña historia de mineros, que se fue haciendo grande y más grande a medida que se vio que estaban vivos, apiñados, unidos, dando en ocasiones más fuerza a los de fuera que a ellos mismos, atrapados 700 metros bajo tierra. Este mundo, de tan maravilloso que es, no dejará nunca de asombrar, a pesar de los destructivos que somos con él y la propia naturaleza con nosotros, sin ir más lejos en Haiti, ¡que ya ni el tato se acuerda de Haiti! Esta vez, ha ganado la ilusión y las ganas de superación, y hasta puedo soportar la foto de los que menos hicieron por el rescate, y tomarlo como gajes del oficio de vivir, unos mejor que otros, unos para otros, unos arriba y otros abajo. En el caso de Chile, al final, todos se han abrazado con todos arriba.