De ser por mí, este año no hubiera dado el Premio Nobel de Economía a nadie. Bueno sí, a los parados del mundo. Los galardones han sido concedidos a estudiosos de este noble arte de ganarse la vida que a fin de cuentas es la economía, que han buceado en el coste que tiene mantener el desempleo para la caja del dinero de los países desarrollados. Me llega incluso la conclusión de uno de estos estudios que han merecido el Nobel: a más ayudas a un parado, más tarde en incorporarse al mercado del trabajo y asentarse dentro del mismo con un empleo más o menos fijo. Sin faltar, pero para llegar a esta conclusión, también lo puedo decir yo. Digo más, hacer estos estudios desde la posición de un trabajo fijo y una seguridad económica, habría que tenerlo en cuenta. Yendo al meollo, de tres o cuatro años para acá, el sistema económico y las mentes claras que lo sustentan no están para tirar cuetes. En la mayoría de los casos, ha habido comportamientos financieros y personales repudiables del todo. Ahora (octubre de 2010) se suma un nuevo escándalo. Wall Street, ayer recibiendo ayudas públicas, hoy tirando a trancas y barrancas, pero en cambio va a repartir más beneficios entre sus ejecutivos y trabajadores especializados de la bolsa y del compra y vende por ordenador. No hay un nuevo libro ético, y mientras no exista una Biblia económica que cumplir, sólo corre el tiempo, pero no avanzamos. Menos avanzan los millones de parados en todo el mundo, más de cuatro millones en nuestro país.