Publicado el 7 de Junio de 2010 en el Diario Montañés
Cada vez que un homónimo del mismo sexo masculino me comenta que las mujeres arrasan hoy en día en todo, y tienen una preparación mucho mejor que los hombres en cualquier materia, ¡date, me huele a chamusquina! Verán por qué. Con la gran preparación femenina, ha nacido una nueva especie urbana que deja todos los asuntos en manos de su mujer, su novia, su compañera o su amiga, porque nadie como ellas para saber desenvolverse en esta vida. Como se dice vulgarmente, no es otra cosa que echarle una jeta descomunal al tiempo que practicamos el peloteo más niño con ellas para que no se sientan asfixiadas con el montón de tareas con que las agasajamos. Que hay que hacer la declaración de la renta, que sea ella la que la cumplimente porque uno jamás ha entendido tanta pregunta con casillas incorporada que hace el fisco. Un trámite con el Ayuntamiento, mejor que el joven varón se quede al margen no vaya a ser que le pidan algún papel que ha de presentar y con el que no contaba. Los idiomas… ¡Vamos con los idiomas! Para entenderse por el mundo en las vacaciones o si algún guiri nos para alguna vez por la calle con un mapa callejero, lo mejor es que nuestros hijos y, de paso, la madre, aprendan idiomas para estar al día. Cantan los datos de siempre que en España se nos dan muy mal los idiomas, y parece ser que esta maldición recae más en el hombre que en la mujer. No, en serio, lo que algunos españoles practicamos bien es el teatro aficionado que a la postre resulta el más adecuado para librarse de muchas tareas de las que se llevan a cabo fuera de casa. Así, se acumulan para la mujer las cuestiones de médicos, de dentistas, de viajes, de la contribución urbana y de pegarse con la Telefónica si no estamos de acuerdo con el último recibo que ha llegado del móvil. El teléfono es de él, pero de sacarle las castañas del fuego, se encarga ella.
Una amiga me pone sobre mejor pista al contarme la siguiente historia. Marchan de viaje a otro país donde ni siquiera saber inglés es suficiente garantía para tomarse un té en un café típico del lugar. Algunos países son machistas en esencia aunque sus mujeres están dispuestas a defender, ante quien sea, que no es así. Pues bien, hete aquí que tres mujeres, con tres hombres, tienen que entenderse con los lugareños. Las primeras les hablan en inglés, pero los nativos, en su idioma, hablan mirando sólo a los españoles que no saben reaccionar. Las nuestras continúan erre que erre sin cortarse un pelo, y hacen bien. La moraleja de esta historia es que son muy pero que muy machistas los de fuera, aunque los de aquí ejercen un nuevo machismo que consiste en dejar que las mujeres se hagan cargo de todo, de lo bueno, y especialmente, de lo complicado. Desde luego, las nuevas españolas o, para que suene mejor, las nuevas generaciones de españolas, ciertamente, saben desenvolverse en cualquier situación o escenario. No lo digo por quedar guay, a fin de cuentas la crisis es un marrón para muchas cosas, pero no tiene por qué evitar que sigamos con la educación, con la igualdad o con la erradicación de todo tipo de diferencias entre sexos. En España, cuando se está en la solución de alguna de estas viejas diferencias, se inventa otra, se saca de la chistera otra. En este caso está este nuevo machismo, más urbano que rural, pero todo se andará. Algunos hombres aprovechamos la preparación de nuestras compañeras, sencillamente, para hacer menos. Eso sí, el varón es el rey del elogio. “Tengo una mujer que vale mucho”, o “de estos temas, se encarga mi mujer”, o “no quiero meter la pata, se lo voy a encargar a ella”. Me gustan las sociedades avanzadas donde la democracia hace notar menos las diferencias en todo, pero es lógico no dejar de reclamar que la igualdad tiene que ser visible y improbable. Cuando un país logra la igualdad total, siempre va a haber otro en el que queda mucho trabajo por hacer. Darle tanto chance verbal a la mujer en casos puntuales, termina por ver el plumero al alagador, no todos, que lo que no quiere es complicarse la vida con asuntos que saben resolver, de sobra. Por supuesto que los hombres sabemos rellenar las casillas de la renta, y por supuesto que delante de una ventanilla administrativa nos sabemos desenvolver igual que las mujeres. El caso es querer hacerlo, ¡no tiene más misterio!. El nuevo machismo creciente por la disculpa de no saber hacerlo, es una mentira que unos cuentan mejor que otros y son una práctica que unas mujeres aceptan mejor que otras. A la discriminación en sueldos por ser mujer, al lenguaje sexista y a las tareas de la casa, se acaba de sumar esta estupidez tan machista de que la mejor preparación en estudios o laboral de la femina la hace acreedora de ser la portavoz oficial de la familia o la pareja ante cualquier cuestión que el hombre entienda que requiere de una agilidad mental o rápida respuesta. En inventiva, la historia dice que el hombre siempre ha sido “superior”. Baste como botón de prueba este nuevo machismo surgido de la idea de que, como la mujer está mejor preparada, es mejor que se encargue de hacer todo.