Publicado el 3 de Junio de 2010 en el Diario Montañés
Además del paro, lo que se ha disparado en España es el ahorro. Como parte del mobiliario de las casas, ha regresado de repente aquella imagen de la hucha del cerdito, más típica en generaciones de los años 80 para atrás. Estudios recientes concluyen que ahorrar por si las moscas se ha convertido en una obsesión de muchas familias, que estiran el dinero más (¿cómo lo harán?), salen menos de casa y, si lo hacen, gastan lo justo y consumen lo mínimo. Así luce el pelo a los medianos y pequeños comerciantes, donde en la soledad de muchas tardes sin clientes, echan en falta aquel impulso gastador que hemos tenido los españoles hasta el año 2009. La crisis trata de engañar a la cartera, y en las estanterías de establecimientos de lo más variado se publicitan ofertas de 2×1 y de 3×1. Pintando bastos, es una forma de aplicar electroshock de emergencia al bajo consumo, aunque muchos declaran tener su economía tan asfixiada que no pican ni por estas. Con crisis o no, la vida sigue cara y no ha perdido actualidad aquella pregunta que nos venimos haciendo desde la entrada en vigor del euro como moneda de la Unión Europea: “¿dónde voy con 50 euros?” (8.319 de las antiguas pesetas). Antes, con este dinero, llenabas dos carros de la compra en un hipermercado. Hoy, llevas dos bolsas, una en cada mano, y te dan unos pocos céntimos de vuelta por lo poco que has comprado y lo mucho que te ha costado. El billete de cinco euros vale lo que su propio papel, nada; con el de diez te da para los pequeños gastitos del día; el de 20 se te va en un santiamén y el de 50, en cuanto lo cambias, ¡adiós, muy buenas! El coste de la vida requiere de suficiente coraje para aguantar más el dinero dentro de las carteras. Bonito deseo, aunque para muchos es ya demasiado tarde. En la crisis han perdido el trabajo, la casa, el potente coche y el fondo de armario. Un buen empleo, al menos un empleo fijo, lo era todo para esta forma de vivir por encima de los sueldos. La crisis no está dejando títere con cabeza. Y quien tiene un cerdito bien alimentado en la costumbre del ahorro, tiene un gran tesoro. Quienes entregaron sus ahorros a cerdos financieros de carne y hueso, se han llevado en cambio como premio una ruina de la que ya no levantan cabeza.