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¿CÓMO SON A LOS 16 AÑOS?

Publicado el 14 de diciembre de 2009 en el Diario Montañés

Porque una de sus hijas tiene esta edad, me pongo en contacto telefónico con una querida amiga y le expongo el siguiente marrón: “¿qué pasa por la cabeza de un chica de 16 años?”. Esperaba que meditara durante unos instantes la peliaguda cuestión, pero no, sin pensarlo dos veces responde: “¡Si yo lo supiera…!” Me río por no llorar; ¡pues sí que empiezo bien a documentarme sobre los 16, su vida, el colegio, las relaciones sexuales, con los padres, los anticonceptivos, el botellón, las drogas, el aborto o cómo se mira al futuro desde este peldaño de la edad!. “A ver…”, expresión que tanto repiten ellos para empezar cualquier frase, “céntrate, te voy a poner un ejemplo. Se trata de una conversación que otra amiga oyó el otro día en una piscina pública. Este es el resumen express de lo que hablaban dos jóvenes de esta enigmática edad. Una bramaba que iba a pegar dos leches a una compañera de clase que le había llamado gorda; la otra replicaba que por algo parecido le habían echado de clase no hace mucho; la dolida vuelve a lo suyo porque no consiente que nadie se le pine”, ya que Antes muerta que sencilla, como la canción de María Isabel. Un nuevo chapuzón interrumpe la sesuda conversación de nuestras bañistas, no sin antes estar de acuerdo ambas en que las madres (no citan para nada a los padres, ¡qué raro!) pueden prohibirles temporalmente la televisión, pero el “Tuenti” y salir el fin de semana, estas dos cosas son sagradas, y ni tocarlas.

 “Con este ejemplo, ¿ya me puedes decir algo que me ilumine?, ¡anda, anímate mujer!”, vuelvo a la carga.  “Tú lo que quieres es que te hable de si una niña de 16 años puede abortar por su cuenta y riesgo, de tomar ella solita la decisión”, suena al otro lado del teléfono como parapeto ante el periodista preguntón. Contesto que no, que lo primero es aclarar las cosas que pasan por la cabeza de una persona de esta edad (nada que ver con lo que yo pensaba en mi época, con una diferencia de treinta años). “Cuando resolvamos este jeroglífico, iremos a lo del aborto y los 16”, le prometo.   “¿Tienes tiempo?”, me dice mi amiga como quien se prepara para una gran declaración institucional. “Tengo, tengo”, recojo yo el guante. “Pues toma nota de todo lo que te voy a decir y escribe en consecuencia”. Nunca antes, abordar un tema, me había causado este morbo. Tras el auricular se oye lo siguiente: “De entrada, chavalote, no haces bien la pregunta. ¡¿que qué piensan de la vida…?! En los 15-16 años de ahora hay un comportamiento claro, sea en casa, en el colegio o en la calle: no tienen idea de nada, pero creen que lo saben todo. Los padres,  siempre estamos preocupados, y claro que les preguntas, entrándoles como puedas, pero hay cosas de las que quieren hablar y cosas de las que no. Imagínate que le preguntas sobre el aborto. Te puede dar unas respuestas que te dejen helada: ¡ahí, mamá, qué cosas tienes!; ¡déjame en paz, no seas pesada!,  pero eso no quiere decir que no lo haya tratado antes, con sus amigas seguramente”. Le corto un poquito: “A lo mejor es que me obsesiono demasiado en si a los 16 se tiene realmente preparación, confianza, no sé, seguridad…” Ella sigue: “mira, no te preocupa el sexo en especial porque tienes muchas más comeduras de cabeza que llegan literalmente a desquiciarte. Está el alcohol, fumar, las drogas, el sexo sin control alguno, los cabritos de Internet, el colegio y las maldades que se encierran también en él, ropita y más ropita, las puñeteras marcas… Es muy importante en todo este batiburrillo saber con quién andan, quién las puede influir. Así es como llegas a hacerte una idea de cómo son realmente nuestros hijos, aunque a veces puedas patinar”. “¡Jobar, cómo lo pintas…!, me asombro de verdad. “Es así, querido, hay que estar constantemente encima de ellos, que sientan nuestro aliento detrás de sus orejas, con exigencias. La educación en casa es la madre del cordero. Los 16 son años muy duros. Los jóvenes sólo quieren vivir la vida, cuanto más a tope y mejor, pero también empiezan a plantearse lo que quieren hacer…”

 Cambiando de tercio, no hace mucho, en una tertulia de televisión, un buen amigo sindicalista al que admiro desde siempre se mostró contrario a mi opinión de que la actual Ley del Aborto (en trámite en el Congreso y en el Senado) incluya una cláusula por la que se podría permitir abortar a las jóvenes de 16 años, sin antes tener que informar a sus padres y sin su consentimiento. “¡Basta ya de pensar que a esa edad son unas niñas sin ninguna información, lo saben todo, y hay que dejarlas ejercer su libertad personal!”, intentó convencerme sin conseguirlo. Sin poner en discusión el desarrollo de esta ley, hoy parece haber un consenso social amplio de que el sentido común, vinculado al respeto a las familias, debe imperar por encima de imposiciones difíciles de sostener. He dejado para el final, a posta, algo que me dijo mi amiga por teléfono: “con todo, estoy segura de que si mi hija llega a tener un embarazo no deseado y se plantea abortar, acudirá a mí, a su madre y a su padre”. Es un dato.                                                                           

 

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