Las autoridades pertinentes relacionan la ingestión excesiva de determinados alimentos con padecer cáncer. En cambio no hacen nada por exigir, controlar y perseguir, que carnes, pescados, frutas, verduras y cereales sepan a lo que tienen que saber. Hay demasiadas ocasiones en que no sabemos lo que estamos comiendo.
El saludable tomate es un buen ejemplo. No sabe a nada. Aunque la lista de sinsabores es larga, y nos hace recordar aquellos tiempos en que lo que nos llevamos a la boca sabía bien y rico. Hoy, ahora, las autoridades sanitarias nos previenen ya contra todo. Yo no me los responsables de nuestra buena salud no están contribuyendo todo lo debido. Mis opiniones no son indicativastomo muy en serio, pero lo que yo hago en concreto no es indicativo de que haya muchas personas que se toman en serio estos avisos y que incluso recelen por miedo a la hora de tomarse un chorizo o morcilla fritos.
Cada vez hablamos más de la pérdida de sabor de los alimentos que adquirimos de habitual. Incluso llegas a comprar determinados productos lejos de tu barrio, a sabiendas de que en tal o cual sitio se vende la fruta como tiene que ser. No es aceptable. Lo que debería hacerse desde los ministerios de sanidad de todo el mundo es exigir una producción más razonable de productos cárnicos y, suma y sigue, de todo lo demás.
Tan interesado como estoy por algo tan esencial para nuestro paladar, estómago y salud, doy con la explicación de que hay una sobreproducción de todo, y no se cumplen en los cultivos los plazos adecuados hasta que la cosecha está lista realmente para su recogida. Vender, exportar y transportar rápidamente está en la base de este lamentable problema culinario. Si es necesario se embellecen las manzanas, pero no saben a manzana. Tampoco sabría decirles a qué saben. Realmente, el sabor ha desaparecido. Hay que reclamar la vuelta a los sabores reales de las cosas; no sé… de repente me viene a la cabeza las fresas. No quiero dejar de citar otra pequeña gran cuestión: el alto precio de los alimentos no va en consonancia con su falta casi total de sabor y, por lo tanto, de calidad.