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¡A vivir a otro planeta!

Stephen Hawking, el genio, avisa: “la raza humana tendrá que salir de la Tierra si quiere sobrevivir”. Siempre me ha apasionado todo lo relacionado con el planeta, preservarlo y cuidarlo. Además, me encantan las películas sobre el espacio, creo que las he visto todas, sin llegar jamás a un deseo de que terminaremos viviendo en Marta o Júpiter, porque me gusta demasiado este planeta que tanto y tan mal pisoteamos. ¿Acaso en la nave que me lleven sonaría algo de la sabiduría creada y almacenada durante siglos de existencia terrestre? ¿Podré escuchar nuevamente a Pergolesi, a Beethoven, a Mozart o a Rachmaninov? ¿Me dejarán leer en el viaje estelar a Asimov, a Mendoza, a Garcia Marquez o a los filósofos que arrancaron el motor de la creación que desde la Antigua Grecia ya no ha parado de impulsar a la raza humana en todo?

Hawking ha escrito la Teoría del Todo, pero no se parece a lo que hablo aquí. El aquí y el ahora significa que es mucho lo andado, pero poco a la vez lo aprendido. Legislamos sobre todo lo que hacemos y poseemos, pero somos incapaces de sentar unas bases sobre lo que se hace o no se hace con nuestra Madre Tierra. ¡Estúpidos! Somos unos estúpidos siempre a vueltas con las dos frases de siempre: 1. Que no hemos aprendido nada; 2. Una vez más: sí, no hemos aprendido nada, ni se quiere. Ahí tenemos el presente del fracking. El fracking es sacar recursos de la tierra rompiéndola por los cuatro costados y dejando ya ese terreno para el futuro como si, en efecto, fuera la actual superficie de Marte.

Que a estas alturas de los años que llevamos viviendo sobre la superficie de la Tierra estemos con este tipo de debates, es premonitorio de lo que llegará a suceder con la oscuridad total de la naturaleza ya que no vamos a cambiar. Porque lo diga Hawking (por cierto, mientras estaba en España, en Tenerife), no nos vamos a ver en la piel de la película Deep Impact. El guión va de un asteroide gigantesco cuyo final de recorrido es impactar contra la Tierra y el acabose. Más bien creo que la destrucción de la Tierra va a venir desde dentro de la Tierra. El sujeto somos nosotros, los humanos;  el verbo es aniquilar, y el predicado es esta bella bola gorda que nos proporciona aire, comida, bienestar y riqueza, desproporcionada, sí, pero a fin de cuentas riqueza.

Estoy también convencido de que los gobiernos del mundo no harán nunca nada por el globo. Hollywood hará más películas, simplemente. La salida, para que no se cumplan los malos augurios de Stephen Hawking, somos los ciudadanos del planeta. No hace falta que nos hablen del Cambio Climático o que nos alarmemos cada vez que sucede una catástrofe medioambiental. Lo estamos viendo, a diario, a nuestro alrededor. Digo que cambia la fisonomía de los lugares, que ya no hay mariposas o abejas, que los árboles se levantan acojonados porque en cualquier momento les tumban para construir aberraciones urbanísticas. La costa se degrada, los mares se ahogan por plásticos y basuras, y hasta Canarias, donde estuvo este verano el sabio Hawking, vive acechada por las prospecciones petrolíferas. Todo lo que gira en torno al petróleo y las energías son mentiras consolidadas desde la avaricia sin límites. Esto es lo que siempre ha habido, hay, pero antes de hacer el petate para que me dejen algún día tirado en una residencia levantada en algún punto de la galaxia, prefiero luchar hasta la extenuación por mi Madre Tierra.

 

 

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