Se escribe la angustia en vez de “el angustia”, pero yo creo que la angustia no tiene sexo. Con que te dé en el ocico que algo puede salirte mal, ¡ya aparece bajo la piel! Dicen que la cabeza es el motor del cuerpo humano, pero cuando tienes angustia, sientes presión desde el mismísimo cerebro hasta las uñas de los pies. Hay expedientes X de las angustias, muy profundos para contar, pero otros muy conocidos que la provocan: el trabajo, un jefe cabrón, el amor, el paro, la enfermedad o pasar el examen de la selectividad. Ser pasto de zancadillas del prójimo, algo tan habitual al cabo del día como respirar, genera también ansiedad. Cada vez que leo una estadística sobre lo mal que estamos de los nervios, mento a la madre de quien la ha encargado para luego dejarlo en mera estadística, y si te he visto, no me acuerdo. Y es que sería más fácil evitar las depresiones que provocarlas.
Tras las dos grandes gerras mundiales, el mejor invento del mundo fue el estado del bienestar. Pero en esto llegó la Merkel y las medidas de trabajar para vivir se han convertido en vivir para trabajar (el que puede). De mi propia historia, ya hace mucho, creo que la peor angustia padecida fue el paro. Duró poco, pero no dormía pensando que mi vida se había terminado ya para siempre. Esto no lo piensan igual los gobernantes, porque de ser así hubieran evitado muchos de los recortes y ajustes que hemos padecido en el sur de Europa en los últimos años. Los griegos no perdonarán ni a tirios ni a troyanos. Muchos gobiernos, con la Troika a la cabeza, actúan en plan apisonadora. La Batalla de Troya actual tiene que ver con el cambio de reglas cuando interesa; perpetuar sueldos pírricos; quitar ayudas, proporcionar menos educación, sanidad y medicinas o permitir abusos bancarios, que encuentran el peor exponente en los desahucios. Cuando dices no a una persona o hecho injusto, estás casi diciendo que no a la angustia personal. Querer hacer las cosas bien, ¡parece mentira!, pero cuesta un esfuerzo muchas veces, y te echas más enemigos encima de los estrictamente necesarios. Hablo de quienes les va bien con el estado actual de cosas, y no quieren cambio que valga. Mientras más angustiados haya, parecen pensar, ¡mejor para mí!