Hace años que el marketing político español está estancado en las formas. Quiero decir que el libro de estilo de los recién llegados al escaño se reitera en la búsqueda del lenguaje claro y sencillo, llevar o no corbata, usar o no el coche oficial y salir por la tele todo lo que puedas con naturalidad semejante a estar sentado en el sofá de casa. Los medios entran a este juego, aunque dentro de nada van a llegar las malas miradas a los periódicos y periodistas. Será cuando llegue el momento de valorar la gestión y la eficacia de las medidas tomadas por los nuevos gobiernos para bajar el paro y subir el nivel de vida de los ciudadanos. En resumidas cuentas: que no se sale de la palabra “cambio”, aunque luego no se cambie nada.
Grecia es la que pone marcha a un triste club europeo que desde hace años va para atrás, porque ir para adelante es recuperar la Europa de los Ciudadanos en vez de hablar de la Troika o Banco Central Europeo, que es lo que mayormente se hace dentro de la UE. La primera cuestión de los tiempos políticos que tratan de abrirse paso es responder a esta gran cuestión: ¿qué vamos a hacer con Europa? Inglaterra lo tiene claro, crecida tras ganar el referéndum para la no independencia de Escocia, y que ahora viene con el de quedarse o salir de la Unión. ¡Menuda Unión mientras ellos tienen la libra y circulan por la izquierda! Entre los que se quedan, los que quieren irse, y los que están jorobados porque el mapa europeo les fija al sur del Berlín que manda, ¡esta parte del viejo continente es un desastre, y sobre la que influye Rusia, también!
Los nuevos tiempos habría que dedicarlos pues al paro, a cortarlo de raíz. Los debates en Bruselas deberían partir siempre de lo que piensan y sienten los jóvenes europeos, de los que todo el mundo habla pero a los que nadie dedica un interés real de allanar su futuro. Europa, antes, era tierra de oportunidades; ahora, parece más bien tierra quemada. Mi forma de contarlo no gusta porque hay muchos que viven bien alrededor de las instituciones europeas. Pero no hay que olvidar que la esencia de las instituciones europeas somos todos los europeos, y ya tampoco existe que cuando un país tiene un problema es como si lo tuvieran todos. Aquel sentido de la solidaridad europea murió con los recortes, la rebaja de las pensiones, y la diferencia de enfermar o educarte que hay en Suecia o Portugal. Leo que los alemanes, el pueblo alemán, es el primero que está en contra de dar más a los griegos. ¡Qué pronto se olvida! Por si alguien cree que a estas alturas de artículo aún no he respondido a la pregunta de qué traen los tiempos políticos, pido perdón. Traen más de lo mismo.
Imagen: “El bello ideal”, de Giulio Paolini.