El brutal y repugnante atentando contra el semanario francés Charlie hebdo pone encima de la mesa el odio tremendo que hay hoy entre pueblos y culturas. Los franceses saben ahora lo que es tener el terrorismo en casa, y no lo digo solo por los años de soledad e incomprensión que los españoles hemos tenido con los asesinatos de ETA. A los “lobos solitarios”, sean de la religión que sean, se les caza con unidad, y poniendo todos los medios que tenemos a nuestro alcance (que no son pocos) para ir, atraparles, apresarles, juzgarles y meterles entre rejas el resto de sus días. Hay una cosa que estas bestias han hecho siempre mejor que nosotros: dividir a los demócratas cada vez que cometen un nuevo atentado. Voy al ejemplo actual en el que estamos. Es absurdo el debate sobre la cuantía de libertad personal y de expresión que debemos tener dentro de la Unión Europea. Cuando hacemos estas tonterías, tengo la sensación de que ellos nos ganan a los puntos.
Digo lo mismo de que exista la ONU (¡no sé para qué!), pero no se puede titular como Naciones Unidas a los diferentes intereses que hay hacia el genocidio que es ahora Siria. Estados Unidos, Europa, Rusia y China son bloques, pero tristemente separados en lo esencial. El terrorismo amenaza y golpea más que nunca porque ve estas situaciones y desencuentros. Es como el que te pasa la mano constantemente, te dice lo listo que eres y lo mucho que vales, pero está deseando que te pegues el tortazo para ocupar tu puesto. El petróleo tiene también sus cosas buenas y sus cosas malas. Genera mucha de la energía con la que nos movemos, pero también ayuda por la puerta trasera a la financiación de estos grupos terroristas que se mueven por el mundo como verdaderos pachas. Esto no puede ser. La política de tener como aliados a los países árabes, pero mirar para otro lado cuando dan oxigeno permanente a los malos, se ha de acabar. Siempre he creído que hay elección antes de asesinar, matar o invadir un país. En cambio, como seres humanos, son los errores en que más incurrimos, y creciendo. Hasta que no haya un mismo rasero, seguiremos rechazando locuras como la de ejecutar a los periodistas dibujantes de Charlie Hebdo. Son acciones terrenales, porque, por más que digan y proclamen, ningún Dios puede estar de lado del odio convertido en masacre.