La ira en los pensamientos tarde o temprano termina por ser rabia que se exterioriza. Uno tiene que estar siempre alerta con sus malos humores, porque incluso hay sueños que preludian despertares donde todo se ve negativo. Las calamidades son también una consumación de la ira. Vivimos tiempos donde mucho hijoputa suelto mata por odio, machismo, racismo, violencia contra mujeres, ancianos y niños, e incluso llega a terminar con su vida porque no se aguantan más. Las tertulias, sobre todo de la televisión, sacan por muchas bocas una intolerancia que no se controla pensando en que la fama les avala y aguanta todo. No es
verdad. De hecho, hacen un daño tremendo, porque el porcentaje de lo que se aprende escuchando a algunos es tan mínimo, que priman los exabruptos, los desprecios, insultos, calumnias y la falta de respeto general. La palabra, pronunciada, escuchada y escrita, ya no es lo que era. Yo mismo he mostrado letras atrás mi propia ira al utilizar como expresión “hijoputa”. Y hago mal. No se trata de poner la otra mejilla, pero sí reconducir un odio que aumenta y que, en general, critica por criticar.
A diario se hacen y luego se leen muchas declaraciones repletas de ira. La cólera no tiene solución ni remedio porque en muchos momentos es también lógica. Me refiero a que el cabreo viene de la mano de la indignación. Es una cadena fatídica: injusticias, diferencias, discriminación, agresiones, falta de respeto, acoso, insultos… Como consecuencia nace la indignación, y el resto de la historia ya la he contado. La aspirina que mejor sienta tras una rabieta se llama pedir perdón. Es un paso largo y difícil para los que no tienen una buena educación basada en valores. Nadie ha dicho que cambiar sea fácil. Ahí están los conflictos de siempre entre pueblos que se odian y se matan. Los ideales se van a tomar por el culo cuando te mueres. Entonces ya es tarde para haber estrechado la mano que negaste, arrepentirte de una agresión verbal y física, y del odio eternizado por la total falta de contacto y de palabras con familiares y amigos. La ira de los pensamientos, en vida, ha echado todo a perder.