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20 años de pateras y olé

Nuestras conmemoraciones son como una especie de cóctel que lleva un poco de verdad mezclado con una estúpida hipocresía. Veo totalmente razonable que no se olvide lo que fue el desembarco de Normandía, pero celebrar para nada  los veinte años de la llegada de la primera patera a Canarias, resulta cuanto menos un olé al viento. Las vidas de los que huyen de algo, creo yo que merecen un honor y un respeto mayor como es el de proporcionar oportunidades a quien no las tiene en su propio país. Alemania vende todo lo que produce a un lado y otro de sus fronteras, pero acaba de poner restricciones severas a que se queden en su suelo búlgaros y rumanos. En Francia ocurre tres cuartos de lo mismo, Italia tiene su Lampedusa y España las asaltadas vallas de Ceuta y Melilla.

La inmigración tiene también un color calcado al del dinero, tanto como presupuesto ponga la Unión Europea para contenerla y evitar, al menos, los naufragios con cientos de muertos que apostaron toda su suerte subidos a algo flotante imposible que llegue a tierra. Para hablar de pateras no se puede hacer con cinismo. La inmigración genera un respeto en sí misma que merece debate, y menos fijarse en si hace veinte años que, mientras los turistas toman el sol en una playa, comienzan a salir del agua africanos indocumentados que quieren participar también del sueño europeo.

Ese sueño ya no existe. Es más un pesadilla en forma de millones de parados asustados por su futuro, dirigidos por gobiernos que lo apuestan todo a la austeridad y a la eliminación de los estados del bienestar, algo que no se reconoce como tal pese a ser más que palpable. En este contexto de cosas, el porvenir de los recién llegados es cero. El problema aumenta y de qué manera cuando las ayudas al desarrollo se están quedando para los propios países que, antes daban, pero ahora lo necesitan para sí. No es nuevo, pero creo que todo esto no se cuenta de forma clara. Como tampoco se han cumplido los Objetivos de Desarrollo del Milenio para que África erradique hambre, sed, falta de sanidad, miseria en general, y se acerque a una mejor autogestión económica. Por preferir, no prefiero nada. Pero antes que cumplir veinte años de ver pateras en  territorio nacional, lo que se cumplen son veinte años de una lucha desigual por expulsar rápidamente a los que son considerados como invasores de los estados europeos. Me gustaría haberlo contado con soluciones concretas, serias, pero ni las tengo ni sé escribirlo mejor.

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